Madrid, 29 de octubre de 1994
Lo digo de corazón: cada vez que nuestro ministro de Economía decide hacer declaraciones, mi saturada capacidad de asombro se ve nuevamente desbordada. Según parece, la última propuesta del señor ministro es que quienes queramos lograr el 0,7% de ayuda al desarrollo, lo hagamos cediendo un parte de nuestro salario y puntualiza que ello evitaría "comprometer al Estado" con una partida presupuestaria demasiado elevada.
Me gustaría aclarar al señor Solbes que no se trata de evitar comprometer al Estado, puesto que el Estado español se halla totalmente comprometido desde que, hace años, decidiera adherirse al acuerdo de Naciones Unidas relativo a la ayuda al desarrollo del Tercer Mundo, aceptando de esta manera, destinar el 0,7% de nuestro P.I.B. a menesteres tales. ¿A qué viene, pues, dar largas al asunto? No, señor ministro. Sea serio y hágase cargo de aquello a lo que el Estado se ha obligado o ¿es qué tan solo busca el boato que confieren los foros internacionales para que, una vez signado un acuerdo, éste pase, a renglón seguido, a ser papel mojado?
Concluiré diciendo que si el Estado no cumple con lo que debe, puede usted, por supuesto señor ministro, destinar un 0,7% de mi salario para ayudar a los países pobres; pero eso sí, por favor, que dicho dinero pase directamente a las arcas de la O.N.U. y sean ellos los encargados de gestionarlo.
Lo digo de corazón: cada vez que nuestro ministro de Economía decide hacer declaraciones, mi saturada capacidad de asombro se ve nuevamente desbordada. Según parece, la última propuesta del señor ministro es que quienes queramos lograr el 0,7% de ayuda al desarrollo, lo hagamos cediendo un parte de nuestro salario y puntualiza que ello evitaría "comprometer al Estado" con una partida presupuestaria demasiado elevada.
Me gustaría aclarar al señor Solbes que no se trata de evitar comprometer al Estado, puesto que el Estado español se halla totalmente comprometido desde que, hace años, decidiera adherirse al acuerdo de Naciones Unidas relativo a la ayuda al desarrollo del Tercer Mundo, aceptando de esta manera, destinar el 0,7% de nuestro P.I.B. a menesteres tales. ¿A qué viene, pues, dar largas al asunto? No, señor ministro. Sea serio y hágase cargo de aquello a lo que el Estado se ha obligado o ¿es qué tan solo busca el boato que confieren los foros internacionales para que, una vez signado un acuerdo, éste pase, a renglón seguido, a ser papel mojado?
Concluiré diciendo que si el Estado no cumple con lo que debe, puede usted, por supuesto señor ministro, destinar un 0,7% de mi salario para ayudar a los países pobres; pero eso sí, por favor, que dicho dinero pase directamente a las arcas de la O.N.U. y sean ellos los encargados de gestionarlo.
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