Madrid, 2 de febrero de 1995
Parece que nuestro ministro de Economía, Pedro Solbes, anda preocupado por el "excesivo grado de temporalidad de los nuevos contratos" y defiende, para contrarrestarlos, abaratar el coste del despido y conseguir así crear más empleo fijo. Si por un casual usted leyera esta carta, le ruego, señor ministro, me permita una licencia y me deje manifestar mi sorpresa ante el hecho de que no fuera usted capaz de prever lo que acontecería al poner en marcha la última reforma del mercado laboral. Creo, y no sé mucho de economía, que era lógico suponer, ya en aquel entonces, lo que el paso del tiempo inexorable juez se ha encargado en demostrar: el paro descendió en 150.000 personas a costa del empleo fijo aumentando, lógicamente, la precariedad de los contratos.
Paso a continuación, y desde mi suprema ignorancia, a darle un consejo: si usted realmente pretende aminorar el desmesurado incremento de contratos temporales, no va por el camino adecuado abaratando el coste del despido. Lo que debe hacer, de una vez por todas y para no andarnos con paños calientes, es conceder a la Patronal el despido gratuito, de manera tal, que todos aquellos que después de esta definitiva reforma continúen teniendo la fortuna de mantener su puesto de trabajo, pasarán de la noche a la mañana, sea cual fuere su anterior situación laboral, a tener "un empleo fijo". Imagínese, por un momento, que maravilla: el cien por cien de los asalariados de este país poseedores de un "contrato fijo".
Por otro lado permítame un apunte para la reflexión: se ha publicado recientemente que la Autonomía de Madrid fue la que durante 1994 se benefició de una mayor inversión extranjera; pero, en contra de lo ocurrido en el resto del territorio nacional, el paro no descendió sino que se incrementó en esta Comunidad. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
Parece que nuestro ministro de Economía, Pedro Solbes, anda preocupado por el "excesivo grado de temporalidad de los nuevos contratos" y defiende, para contrarrestarlos, abaratar el coste del despido y conseguir así crear más empleo fijo. Si por un casual usted leyera esta carta, le ruego, señor ministro, me permita una licencia y me deje manifestar mi sorpresa ante el hecho de que no fuera usted capaz de prever lo que acontecería al poner en marcha la última reforma del mercado laboral. Creo, y no sé mucho de economía, que era lógico suponer, ya en aquel entonces, lo que el paso del tiempo inexorable juez se ha encargado en demostrar: el paro descendió en 150.000 personas a costa del empleo fijo aumentando, lógicamente, la precariedad de los contratos.
Paso a continuación, y desde mi suprema ignorancia, a darle un consejo: si usted realmente pretende aminorar el desmesurado incremento de contratos temporales, no va por el camino adecuado abaratando el coste del despido. Lo que debe hacer, de una vez por todas y para no andarnos con paños calientes, es conceder a la Patronal el despido gratuito, de manera tal, que todos aquellos que después de esta definitiva reforma continúen teniendo la fortuna de mantener su puesto de trabajo, pasarán de la noche a la mañana, sea cual fuere su anterior situación laboral, a tener "un empleo fijo". Imagínese, por un momento, que maravilla: el cien por cien de los asalariados de este país poseedores de un "contrato fijo".
Por otro lado permítame un apunte para la reflexión: se ha publicado recientemente que la Autonomía de Madrid fue la que durante 1994 se benefició de una mayor inversión extranjera; pero, en contra de lo ocurrido en el resto del territorio nacional, el paro no descendió sino que se incrementó en esta Comunidad. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
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