Madrid, 20 de octubre de 1998.
Con motivo del último informe de la ONU sobre desarrollo humano en el que se confirma que aumentan las diferencias sociales (como muestra señalar que las 225 personas más ricas acumulan un patrimonio equivalente al que tienen los 2.500 millones de habitantes más pobres del planeta, es decir el 47% de la humanidad, cuando hace tan sólo dos años hacía falta sumar las fortunas de los 358 primeros acaudalados para llegar a una cifra parecida), y coincidiendo con la celebración en estos días del quincuagenario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, viene bien recordar que la misma proclama, entre otros derechos fundamentales, el derecho a un nivel de vida adecuado para la salud y el bienestar de todos. Asimismo, y con el fin de que el hombre no se crea merecedor del derecho utópico de poder disfrutar ilimitadamente de estos derechos, establece que éstos se verán limitados por el reconocimiento de los derechos y libertades de los demás, así como por los requisitos de moralidad, orden público y bienestar general.
A raíz de ello me pregunto cómo, si 800 millones de seres humanos sufren desnutrición crónica y 35.000 niños mueren cada día (uno cada dos segundos y medio) de hambre y otras enfermedades fácilmente evitables, se está vulnerando este derecho fundamental y sin embargo no se limita, tal y como recoge la citada declaración, y como sería el deber de la ONU, el derecho a la riqueza infinita mientras no exista salud plena y bienestar en el mundo, riqueza desmedida que, por otro lado, es generadora, si no de la pobreza endémica, sí de la injusticia social para muchos. Por tanto resulta una práctica hipócrita el que, existiendo esta resolución de la ONU aprobada por unanimidad hace medio siglo, 225 personas acumulen los bienes de una población equivalente a la actual de 63 Españas.
Una súplica: no aprueben más resoluciones, o leyes, para luego no cumplirlas o terminaremos pensando que se trata de un mero asunto de maquillaje político de cara a la opinión pública de cada país para la búsqueda de votos.
Con motivo del último informe de la ONU sobre desarrollo humano en el que se confirma que aumentan las diferencias sociales (como muestra señalar que las 225 personas más ricas acumulan un patrimonio equivalente al que tienen los 2.500 millones de habitantes más pobres del planeta, es decir el 47% de la humanidad, cuando hace tan sólo dos años hacía falta sumar las fortunas de los 358 primeros acaudalados para llegar a una cifra parecida), y coincidiendo con la celebración en estos días del quincuagenario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, viene bien recordar que la misma proclama, entre otros derechos fundamentales, el derecho a un nivel de vida adecuado para la salud y el bienestar de todos. Asimismo, y con el fin de que el hombre no se crea merecedor del derecho utópico de poder disfrutar ilimitadamente de estos derechos, establece que éstos se verán limitados por el reconocimiento de los derechos y libertades de los demás, así como por los requisitos de moralidad, orden público y bienestar general.
A raíz de ello me pregunto cómo, si 800 millones de seres humanos sufren desnutrición crónica y 35.000 niños mueren cada día (uno cada dos segundos y medio) de hambre y otras enfermedades fácilmente evitables, se está vulnerando este derecho fundamental y sin embargo no se limita, tal y como recoge la citada declaración, y como sería el deber de la ONU, el derecho a la riqueza infinita mientras no exista salud plena y bienestar en el mundo, riqueza desmedida que, por otro lado, es generadora, si no de la pobreza endémica, sí de la injusticia social para muchos. Por tanto resulta una práctica hipócrita el que, existiendo esta resolución de la ONU aprobada por unanimidad hace medio siglo, 225 personas acumulen los bienes de una población equivalente a la actual de 63 Españas.
Una súplica: no aprueben más resoluciones, o leyes, para luego no cumplirlas o terminaremos pensando que se trata de un mero asunto de maquillaje político de cara a la opinión pública de cada país para la búsqueda de votos.
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