Madrid, 17 de noviembre de 1996.
Dice el presidente de la CEOE (El País, 15 de noviembre de 1996) que con índices de desempleo superiores al 21 %, "es evidente que algo no funciona" y, para él, esta evidencia se resuelve con una reforma laboral en la que se dé "estabilidad a los puestos de trabajo" y se otorgue "la necesaria flexibilidad en la contratación, durante la vida del contrato y en el momento del despido".
Los trabajadores, señor Cuevas, sabemos leer entre líneas y darle a sus palabras la auténtica dimensión y significado. Sabemos, también, que para ustedes, la Patronal, la flexibilidad pasa necesariamente por un abaratamiento del coste del despido que, paralelamente, conlleva una precarización de los contratos, lo cual contradice su preconizada "estabilidad" y, por el contrario, ocasiona una gran inestabilidad emocional en las personas al pensar en los planes de futuro de sus familias. No le negaré que el mercado libre y el liberalismo económico reportan algunos beneficios a la sociedad española. No obstante, al no existir una política social adecuada se producen, no me lo negará, demasiadas injusticias: la introducción masificada de las nuevas tecnologías se traduce en grandes beneficios para las empresas y, de paso, para la sociedad al perfeccionar y abaratar los productos; pero, no se puede obviar que, provocan, igualmente, drásticas reducciones en las plantillas, con regulaciones de empleo y jubilaciones anticipadas, creando graves perjuicios sociales. En esta línea, las empresas multinacionales, guiadas por el afán de lucro a cualquier precio y presionadas por la guerra competitiva en la que se han sumido, fomentan el trabajo precario y presionan a los Gobiernos de la UE para que orienten hacia este rumbo la reforma laboral; como ustedes. Pero no caeré en la trampa culpabilizando tan sólo a las estructuras económicas y sociales porque, después de todo, en las mismas trabajan e influyen personas individuales que, al fin y a la postre, son las auténticas responsables.
Señor Cuevas, me gustaría recordarle finalmente, que el trabajo es un derecho recogido por la ONU en la Declaración Universal de Derechos del Hombre y en nuestra Carta Magna y que, mientras no haya trabajo para todos, la única reforma necesaria y urgente pasa por fomentar las relaciones solidarias y fraternales en lugar de impulsar mentalidades consumistas y materialistas, con las que difícilmente se alcanzará la paz social y el progreso de nuestra sociedad.
Dice el presidente de la CEOE (El País, 15 de noviembre de 1996) que con índices de desempleo superiores al 21 %, "es evidente que algo no funciona" y, para él, esta evidencia se resuelve con una reforma laboral en la que se dé "estabilidad a los puestos de trabajo" y se otorgue "la necesaria flexibilidad en la contratación, durante la vida del contrato y en el momento del despido".
Los trabajadores, señor Cuevas, sabemos leer entre líneas y darle a sus palabras la auténtica dimensión y significado. Sabemos, también, que para ustedes, la Patronal, la flexibilidad pasa necesariamente por un abaratamiento del coste del despido que, paralelamente, conlleva una precarización de los contratos, lo cual contradice su preconizada "estabilidad" y, por el contrario, ocasiona una gran inestabilidad emocional en las personas al pensar en los planes de futuro de sus familias. No le negaré que el mercado libre y el liberalismo económico reportan algunos beneficios a la sociedad española. No obstante, al no existir una política social adecuada se producen, no me lo negará, demasiadas injusticias: la introducción masificada de las nuevas tecnologías se traduce en grandes beneficios para las empresas y, de paso, para la sociedad al perfeccionar y abaratar los productos; pero, no se puede obviar que, provocan, igualmente, drásticas reducciones en las plantillas, con regulaciones de empleo y jubilaciones anticipadas, creando graves perjuicios sociales. En esta línea, las empresas multinacionales, guiadas por el afán de lucro a cualquier precio y presionadas por la guerra competitiva en la que se han sumido, fomentan el trabajo precario y presionan a los Gobiernos de la UE para que orienten hacia este rumbo la reforma laboral; como ustedes. Pero no caeré en la trampa culpabilizando tan sólo a las estructuras económicas y sociales porque, después de todo, en las mismas trabajan e influyen personas individuales que, al fin y a la postre, son las auténticas responsables.
Señor Cuevas, me gustaría recordarle finalmente, que el trabajo es un derecho recogido por la ONU en la Declaración Universal de Derechos del Hombre y en nuestra Carta Magna y que, mientras no haya trabajo para todos, la única reforma necesaria y urgente pasa por fomentar las relaciones solidarias y fraternales en lugar de impulsar mentalidades consumistas y materialistas, con las que difícilmente se alcanzará la paz social y el progreso de nuestra sociedad.
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