Madrid, 10 de noviembre de 1996
Por el contenido, probablemente no me la publicarán; pero, al menos, hay que intentarlo, así que ahí va:
Me pregunto ¿quién o quiénes serán los interesados, y a qué oscuros intereses servirán, para que en España se hable de fútbol y poco más, retrotrayéndonos a los más oscuros y tenebrosos tiempos de nuestra reciente Historia?
¿Por qué, además de retransmitir un partido casi a diario, tenemos que soportar que los Telediarios dediquen entre cinco y diez minutos de su exigua programación a este deporte?
Comprendo que la actualidad deportiva merece ser tratada en los informativos pero, tan sólo para informar de eventos, con rigor, seriedad y brevedad, acorde al marco en que se halla, no para deformar ni para bombardearnos quince días consecutivos con el "partido del siglo", ni para relatarnos cómo tal o cual figura, que por cierto cobra una suma escandalosa para los difíciles tiempos que corren, se ha marchado a su país sin permiso del entrenador, etc., etc.
Muy conseguido, sí señores. Probablemente será bueno que, con los amigos, nos dediquemos a hablar de fútbol en lugar de tratar otros temas más profundos y complicados para nuestro débil entendimiento, aunque escabrosos y arriesgados para el bienestar de algunos: el despiadado terrorismo (ETA y GAL); la intolerable corrupción; el deplorable estado actual de la Justicia; el inalcanzable, aunque suscrito en foros internacionales, 0,7 % de ayuda al desarrollo; la precarización de los puestos de trabajo; el vergonzoso problema del paro; el imparable incremento de la mendicidad; el desorbitado precio de la vivienda; los frágiles derechos humanos en el mundo; los escandalosos intereses y comisiones que cobra la Banca; la irresponsabilidad de la ONU ante las violaciones cometidas por personal bajo su mando; etc., etc.
¡Ah! y por si fuera poco, para que muchas mujeres, y algunos hombres también, tampoco tomen la palabra, programas de habladurías sobre la vida y obra de los famosos se prodigan en todas las cadenas como si de hongos en otoño se tratara.
¿Qué clase de ciudadanos estamos forjando? ¿Quiénes serán, pues, los interesados de que hablemos de fútbol y corazones rotos? Es una reflexión que me formulo en voz alta, aunque creo conocer la respuesta: los mismos que criticaron el fútbol, los toros y la histriónica demostración sindical en el Bernabéu de todos los primeros de mayo durante cuarenta años, una vez que ya teníamos una incipiente democracia.
Por el contenido, probablemente no me la publicarán; pero, al menos, hay que intentarlo, así que ahí va:
Me pregunto ¿quién o quiénes serán los interesados, y a qué oscuros intereses servirán, para que en España se hable de fútbol y poco más, retrotrayéndonos a los más oscuros y tenebrosos tiempos de nuestra reciente Historia?
¿Por qué, además de retransmitir un partido casi a diario, tenemos que soportar que los Telediarios dediquen entre cinco y diez minutos de su exigua programación a este deporte?
Comprendo que la actualidad deportiva merece ser tratada en los informativos pero, tan sólo para informar de eventos, con rigor, seriedad y brevedad, acorde al marco en que se halla, no para deformar ni para bombardearnos quince días consecutivos con el "partido del siglo", ni para relatarnos cómo tal o cual figura, que por cierto cobra una suma escandalosa para los difíciles tiempos que corren, se ha marchado a su país sin permiso del entrenador, etc., etc.
Muy conseguido, sí señores. Probablemente será bueno que, con los amigos, nos dediquemos a hablar de fútbol en lugar de tratar otros temas más profundos y complicados para nuestro débil entendimiento, aunque escabrosos y arriesgados para el bienestar de algunos: el despiadado terrorismo (ETA y GAL); la intolerable corrupción; el deplorable estado actual de la Justicia; el inalcanzable, aunque suscrito en foros internacionales, 0,7 % de ayuda al desarrollo; la precarización de los puestos de trabajo; el vergonzoso problema del paro; el imparable incremento de la mendicidad; el desorbitado precio de la vivienda; los frágiles derechos humanos en el mundo; los escandalosos intereses y comisiones que cobra la Banca; la irresponsabilidad de la ONU ante las violaciones cometidas por personal bajo su mando; etc., etc.
¡Ah! y por si fuera poco, para que muchas mujeres, y algunos hombres también, tampoco tomen la palabra, programas de habladurías sobre la vida y obra de los famosos se prodigan en todas las cadenas como si de hongos en otoño se tratara.
¿Qué clase de ciudadanos estamos forjando? ¿Quiénes serán, pues, los interesados de que hablemos de fútbol y corazones rotos? Es una reflexión que me formulo en voz alta, aunque creo conocer la respuesta: los mismos que criticaron el fútbol, los toros y la histriónica demostración sindical en el Bernabéu de todos los primeros de mayo durante cuarenta años, una vez que ya teníamos una incipiente democracia.
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