sábado, 20 de junio de 2015

Informativos y Deportes

Madrid, 10 de noviembre de 1996

Por el contenido, probablemente no me la publicarán; pero, al menos, hay que intentarlo, así que ahí va:
Me pregunto ¿quién o quiénes serán los interesados, y a qué oscuros intereses servirán, para que en España se hable de fútbol y poco más, retrotrayéndonos a los más oscuros y tenebrosos tiempos de nuestra reciente Historia?
¿Por qué, además de retransmitir un partido casi a diario, tenemos que sopor­tar que los Telediarios dediquen entre cinco y diez minutos de su exigua programa­ción a este deporte?
Comprendo que la actualidad deportiva merece ser tratada en los informativos pero, tan sólo para informar de eventos, con rigor, seriedad y brevedad, acorde al marco en que se halla, no para deformar ni para bombardearnos quince días conse­cutivos con el "partido del siglo", ni para relatarnos cómo tal o cual figura, que por cierto cobra una suma escandalosa para los difíciles tiempos que corren, se ha marchado a su país sin permiso del entrenador, etc., etc.
Muy conseguido, sí señores. Probablemente será bueno que, con los amigos, nos dediquemos a hablar de fútbol en lugar de tratar otros temas más profundos y complicados para nuestro débil entendimiento, aunque escabrosos y arriesgados para el bienestar de algunos: el despiadado terrorismo (ETA y GAL); la intolerable corrupción; el deplorable estado actual de la Justicia; el inalcanzable, aunque suscri­to en foros internacionales, 0,7 % de ayuda al desarrollo; la precarización de los puestos de trabajo; el vergonzoso problema del paro; el imparable incremento de la mendicidad; el desorbitado precio de la vivienda; los frágiles derechos humanos en el mundo; los escandalosos intereses y comisiones que cobra la Banca; la irrespon­sabilidad de la ONU ante las violaciones cometidas por personal bajo su mando; etc., etc.
¡Ah! y por si fuera poco, para que muchas mujeres, y algunos hombres también, tampoco tomen la palabra, programas de habladurías sobre la vida y obra de los famosos se prodigan en todas las cadenas como si de hongos en otoño se tratara.
¿Qué clase de ciudadanos estamos forjando? ¿Quiénes serán, pues, los intere­sados de que hablemos de fútbol y corazones rotos? Es una reflexión que me formu­lo en voz alta, aunque creo conocer la respuesta: los mismos que criticaron el fútbol, los toros y la histriónica demostración sindical en el Bernabéu de todos los primeros de mayo durante cuarenta años, una vez que ya teníamos una incipiente democracia.

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