sábado, 20 de junio de 2015

¿Crisis?... ¿qué crisis?

Madrid, 1 de julio de 1994

Trabajo en una empresa multinacional que, aun en tiempos de crisis, obtiene beneficios. A pesar de ello, queremos reducir puestos de trabajo de una manera no traumática (¡Que ejemplo a imitar!).
La forma de hacerlo es sutil aunque no ingeniosa: trabaje menos horas y cobre proporcionalmente. No sea egoísta y reparta su trabajo. Sea solidario con sus compañeros. Hasta aquí, y si no queda más remedio, no está mal. Pero cuidado, no es oro todo lo que reluce. Si miramos lo que en verdad se cuece, veremos que no dejamos de invertir en costosísimas maquinarías para reducir mano de obra. De tal suerte que, mientras nos repartimos el trabajo y los compañeros se jubilan, reducimos la estructura sin costes para la empresa. Además nos podemos vanagloriar de ser una multinacional modelo: no despedimos, prácticamente, a nadie.
Si, ya se que si no lo hiciéramos así, la competencia, por ello, no iba a dejar de actuar de modo parecido, y nos terminarían expulsando del mercado. Entonces me dirán no sobrarán unos pocos puestos, sino la totalidad de la plantilla.
De acuerdo, pero en esta vida, de vez en cuando vale la pena pararse un poco y, reposadamente, pensar qué somos, qué esperamos, adónde vamos... Obtendremos muchas y variadas respuestas, algunas muy profundas, otras menos; pero, entre todas, habrá una que, tal vez, nos haga reflexionar sobre el tema: reduciendo al absurdo el asunto que nos ocupa, percibiremos que si continuamos por la vía de disminuir el personal para lograr fabricar más barato, ciertamente lograremos vender más barato e incluso podremos eliminar a la competencia. Si, finalmente, lográsemos borrarlos (más parados), venderíamos más y compraríamos nuevas máquinas para no aumentar los costes. Un día, en un futuro no muy lejano, llegará el momento tantas veces añorado: tan sólo nuestro Director General irá a la oficina y pulsará, desde su flamante despacho, el botón que pondrá en marcha toda una monstruosa y trepidante maquinaría de hacer dinero. ¿He dicho dinero? ¡Horror! Pero... ¡si en aquel entonces, estaremos todos en el paro y no habrá quién compre nuestros productos!
Por cierto, a modo de anécdota, de momento no me encuentro entre el personal afectado por esta medida que pretende adoptar mi empresa.

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