Madrid, 13 de junio de 1998
Ignoro qué grado de credibilidad le concederá el Presidente de nuestro Gobierno a una asociación como Cáritas Española que, durante todos los años que lleva desarrollando su rica, intensa e invaluable actividad, ha demostrado ser de las más serias de este país.
Tampoco sé si habrá leído el informe que esta asociación ha presentado sobre la pobreza en España y, asimismo desconozco si, una vez leído, habrá llegado a reconocer, y por tanto a concluir que, en contra de lo que con tanta vehemencia sostiene, España, al menos para ocho millones y medio de personas, no va tan bien.
Ignoro si dicho informe le habrá dado qué pensar y, si al ver que la tendencia de los últimos años ha cambiado y que ahora la pobreza se ceba en los jóvenes (44,1% de estos ocho millones y medio son menores de 25 años), se habrá dado cuenta de algo tan evidente como demoledor: que quienes llegan ahora al mercado de trabajo en busca de su primer empleo, a pesar de ser las generaciones de niños fruto del brutal descenso en la tasa de natalidad acaecido hace años en el seno de la familia española, sencillamente, no encuentran trabajo. Por tanto, queda en total evidencia que el razonamiento de que el crecimiento económico genere empleo y, de igual modo, que por mucho que se abarate el despido no se va a solucionar el problema del paro puesto que ningún empresario contrata mano de obra a no ser que ello vaya a reportarle beneficios y, sin embargo, un abaratamiento en los costes del despido improcedente si puede ayudar a destruir empleo en el caso de un empresario muy ambicioso.
Ignoro qué grado de credibilidad le concederá el Presidente de nuestro Gobierno a una asociación como Cáritas Española que, durante todos los años que lleva desarrollando su rica, intensa e invaluable actividad, ha demostrado ser de las más serias de este país.
Tampoco sé si habrá leído el informe que esta asociación ha presentado sobre la pobreza en España y, asimismo desconozco si, una vez leído, habrá llegado a reconocer, y por tanto a concluir que, en contra de lo que con tanta vehemencia sostiene, España, al menos para ocho millones y medio de personas, no va tan bien.
Ignoro si dicho informe le habrá dado qué pensar y, si al ver que la tendencia de los últimos años ha cambiado y que ahora la pobreza se ceba en los jóvenes (44,1% de estos ocho millones y medio son menores de 25 años), se habrá dado cuenta de algo tan evidente como demoledor: que quienes llegan ahora al mercado de trabajo en busca de su primer empleo, a pesar de ser las generaciones de niños fruto del brutal descenso en la tasa de natalidad acaecido hace años en el seno de la familia española, sencillamente, no encuentran trabajo. Por tanto, queda en total evidencia que el razonamiento de que el crecimiento económico genere empleo y, de igual modo, que por mucho que se abarate el despido no se va a solucionar el problema del paro puesto que ningún empresario contrata mano de obra a no ser que ello vaya a reportarle beneficios y, sin embargo, un abaratamiento en los costes del despido improcedente si puede ayudar a destruir empleo en el caso de un empresario muy ambicioso.
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