Madrid, 5 de marzo de 1997.
Parece mentira que las Asociaciones de Consumidores tengan la fuerza que tienen y no hayan sido capaces de imponer a la UE una etiqueta identificativa para todos aquellos productos que, directa o indirectamente, lleven ingredientes que hayan sido manipulados genéticamente. ¡Tal vez sea uno más de los sacrificios que se nos exige para entrar en Maastricht!
A menudo sospechamos que la dirección de la Unión Europea está condicionada por los intereses que dictan las grandes multinacionales del comercio (no obstante, recordemos que antes de ser la UE, se llamaba la CEE, Comunidad Económica Europea, nombre que definía claramente su naturaleza) pero, sin embargo sabemos que estas empresas no pueden mantener su poderío económico sin el concurso del ciudadano de a pie, precisamente el de aquél que ejecuta el último acto en el ciclo de vida comercial del producto: el de la compra.
Es desde esta postura de fuerza donde deben actuar las Asociaciones de Consumidores para exigir y lograr que todos los artículo
¿A qué jugamos, señores? Hace tiempo que Green Peace alertó sobre el absoluto desconocimiento que existe acerca las posibles secuelas del uso, y abuso, de la ingeniería genética. He aquí una de sus primeras consecuencias.
Señores responsables de las multinacionales de la alimentación: calculen ustedes las demandas millonarias que les pueden interponer personas hasta ahora sanas, que vean afectada dramáticamente su calidad de vida por un gesto tan simple y sencillo como puede resultar abrir el frigorífico y beberse un vaso de leche.
Señores, con la salud no se juega. Identifiquen claramente sus productos. Si no por imposición legal, si de motu proprio, aun de forma pasiva ("este producto y sus componentes, no han sido tratados..."); el consumidor, su "gallina de los huevos de oro", se lo agradecerá.
En definitiva, comuniquen ustedes en sus envases cómo y con qué fabrican sus artículos, y que sea el cliente quien, en última instancia, decida por sí mismo. Es nuestro derecho y así se lo exigimos, porque es mucho lo que está en juego.
Parece mentira que las Asociaciones de Consumidores tengan la fuerza que tienen y no hayan sido capaces de imponer a la UE una etiqueta identificativa para todos aquellos productos que, directa o indirectamente, lleven ingredientes que hayan sido manipulados genéticamente. ¡Tal vez sea uno más de los sacrificios que se nos exige para entrar en Maastricht!
A menudo sospechamos que la dirección de la Unión Europea está condicionada por los intereses que dictan las grandes multinacionales del comercio (no obstante, recordemos que antes de ser la UE, se llamaba la CEE, Comunidad Económica Europea, nombre que definía claramente su naturaleza) pero, sin embargo sabemos que estas empresas no pueden mantener su poderío económico sin el concurso del ciudadano de a pie, precisamente el de aquél que ejecuta el último acto en el ciclo de vida comercial del producto: el de la compra.
Es desde esta postura de fuerza donde deben actuar las Asociaciones de Consumidores para exigir y lograr que todos los artículo
¿A qué jugamos, señores? Hace tiempo que Green Peace alertó sobre el absoluto desconocimiento que existe acerca las posibles secuelas del uso, y abuso, de la ingeniería genética. He aquí una de sus primeras consecuencias.
Señores responsables de las multinacionales de la alimentación: calculen ustedes las demandas millonarias que les pueden interponer personas hasta ahora sanas, que vean afectada dramáticamente su calidad de vida por un gesto tan simple y sencillo como puede resultar abrir el frigorífico y beberse un vaso de leche.
Señores, con la salud no se juega. Identifiquen claramente sus productos. Si no por imposición legal, si de motu proprio, aun de forma pasiva ("este producto y sus componentes, no han sido tratados..."); el consumidor, su "gallina de los huevos de oro", se lo agradecerá.
En definitiva, comuniquen ustedes en sus envases cómo y con qué fabrican sus artículos, y que sea el cliente quien, en última instancia, decida por sí mismo. Es nuestro derecho y así se lo exigimos, porque es mucho lo que está en juego.
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