Madrid, 21 de enero de 1997
Me alegra saber que los líderes de la patronal y de los sindicatos van a reunirse con el fin de lograr un acuerdo que permita crear "más y mejor empleo", aunque no me explico cómo cuadra este entrecomillado con el modelo de contrato de larga duración que reivindica el señor Aznar (contratos por una década con una indemnización por despido de 20 días por año trabajado). Me temo lo peor para los trabajadores; no obstante, si no perjudican a nadie, no está mal que al menos lo intenten.
Bien, bajemos de las nubes y pongamos los pies sobre la tierra firme. No seamos ilusos: las posibilidades de ocupación para la población son las que hay. Y, bien al contrario, seamos realistas para percibir lo evidente: de momento no hay más. Por más que de forma encubierta se abarate el coste del despido o por más que se creen nuevas y sofisticadas modalidades de contratación, entre ellas las de tipo basura, no se va a reducir el paro de manera notoria. La empírica nos demuestra que los empresarios contratarán, siempre y en cada momento, a cuantos trabajadores necesiten: ni uno más. No me cabe ninguna duda. Por tanto, la actitud que debemos adoptar ante reuniones de este corte, será la de defender lo que ahora tenemos de manera inequívoca: ni un paso atrás. De lo contrario, me temo de nuevo, se tomarán medidas que sólo lograrán disminuir nuestra calidad de vida, incrementar nuestra inseguridad en el porvenir y cambiar nuestro trabajo de manos, lo cual no estaría mal si no fuese acompañado del consiguiente trasvase de salarios dignos, logrados en el transcurso de los años, por otros salarios más bajos para los que lleguen.
Por si esto fuera poco, no obviemos que el capital siempre saca partido de toda situación y, en la coyuntura actual, no va a ser menos. Por eso es el principal interesado de que en España (o en cualquier otro país en su campo de influencia) no se den nunca las condiciones para consolidar una situación de pleno empleo pudiendo, de esta forma, tener atenazados a los trabajadores bajo la amenaza encubierta de un despido sin horizonte definido, arrojándolos a un futuro nada halagüeño.
No quiero terminar sin tender un puente a la esperanza: por supuesto que estas reuniones son necesarias; pero partiendo de posiciones sinceras y recordándole a la Patronal que el trabajo es un derecho recogido por la ONU en la Declaración Universal de Derechos del Hombre así como en nuestra Carta Magna y que es el único instrumento válido para alcanzar la paz social y el progreso de nuestra sociedad. Pero para lograr este fruto apetecido se deben fomentar las relaciones solidarias y fraternales en lugar de impulsar mentalidades consumistas y materialistas.
Me alegra saber que los líderes de la patronal y de los sindicatos van a reunirse con el fin de lograr un acuerdo que permita crear "más y mejor empleo", aunque no me explico cómo cuadra este entrecomillado con el modelo de contrato de larga duración que reivindica el señor Aznar (contratos por una década con una indemnización por despido de 20 días por año trabajado). Me temo lo peor para los trabajadores; no obstante, si no perjudican a nadie, no está mal que al menos lo intenten.
Bien, bajemos de las nubes y pongamos los pies sobre la tierra firme. No seamos ilusos: las posibilidades de ocupación para la población son las que hay. Y, bien al contrario, seamos realistas para percibir lo evidente: de momento no hay más. Por más que de forma encubierta se abarate el coste del despido o por más que se creen nuevas y sofisticadas modalidades de contratación, entre ellas las de tipo basura, no se va a reducir el paro de manera notoria. La empírica nos demuestra que los empresarios contratarán, siempre y en cada momento, a cuantos trabajadores necesiten: ni uno más. No me cabe ninguna duda. Por tanto, la actitud que debemos adoptar ante reuniones de este corte, será la de defender lo que ahora tenemos de manera inequívoca: ni un paso atrás. De lo contrario, me temo de nuevo, se tomarán medidas que sólo lograrán disminuir nuestra calidad de vida, incrementar nuestra inseguridad en el porvenir y cambiar nuestro trabajo de manos, lo cual no estaría mal si no fuese acompañado del consiguiente trasvase de salarios dignos, logrados en el transcurso de los años, por otros salarios más bajos para los que lleguen.
Por si esto fuera poco, no obviemos que el capital siempre saca partido de toda situación y, en la coyuntura actual, no va a ser menos. Por eso es el principal interesado de que en España (o en cualquier otro país en su campo de influencia) no se den nunca las condiciones para consolidar una situación de pleno empleo pudiendo, de esta forma, tener atenazados a los trabajadores bajo la amenaza encubierta de un despido sin horizonte definido, arrojándolos a un futuro nada halagüeño.
No quiero terminar sin tender un puente a la esperanza: por supuesto que estas reuniones son necesarias; pero partiendo de posiciones sinceras y recordándole a la Patronal que el trabajo es un derecho recogido por la ONU en la Declaración Universal de Derechos del Hombre así como en nuestra Carta Magna y que es el único instrumento válido para alcanzar la paz social y el progreso de nuestra sociedad. Pero para lograr este fruto apetecido se deben fomentar las relaciones solidarias y fraternales en lugar de impulsar mentalidades consumistas y materialistas.
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