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El genocidio no cesa |
Durante décadas, Israel ha llevado a cabo una campaña sistemática de desplazamiento, humillación y exterminio del pueblo palestino. Lo que en sus inicios se encubrió bajo el relato de una lucha por la seguridad nacional, hoy se revela como lo que es: un genocidio premeditado y metódico. El fiscal de la CPI ha solicitado una orden de arresto contra Netanyahu por crímenes de guerra y contra la humanidad. Ya no es una cuestión de opinión: es un asunto legal, jurídico y moral.
Netanyahu, a la cabeza de un gobierno que ha normalizado el crimen, está masacrando a los civiles de Palestina. Niños muertos en bombardeos, hambruna, hospitales reducidos a escombros y hogares convertidos en polvo. No es una guerra; es limpieza étnica. Lo que Netanyahu persigue con suma frialdad, es forzar el éxodo palestino. Busca hacer la vida imposible para que quienes sobrevivan al terror se marchen y, apilando cadáveres, borrar Palestina del mapa.
Lo insoportable de esta tragedia no se limita a la responsabilidad de su primer ministro. Según recientes encuestas, una parte significativa de la población israelí apoya sus crímenes. No se trata solo de un líder psicópata: se trata de un consenso nacional que ha normalizado el “apartheid” y el genocidio. Como sociedad, Israel ha cruzado la línea de lo imperdonable.
Quiero recordar que, en los años 30 y 40, el mundo tardó mucho en reaccionar ante el horror nazi. Sin duda, las víctimas de aquellos campos de exterminio repudiarían la conducta de quienes, habiendo aprendido en carne propia el significado del odio sistemático, hoy lo practican. La memoria del Holocausto ha sido prostituida por un régimen que utiliza el sufrimiento de sus antepasados como escudo para justificar la carnicería.
No hay excusa ni diplomacia posible. Lo que Israel hace en Gaza y Cisjordania es inaceptable. El mundo lo ve. La historia lo juzgará. Pero nosotros no podemos esperar al juicio de la historia. Ante la realidad, cualquier país que aún mantenga relaciones diplomáticas o comerciales con Israel sin exigir un cese inmediato de esta barbarie, está colaborando con el genocidio. El mundo debe actuar con una claridad moral absoluta: romper relaciones con el gobierno israelí actual no es una opción, es una obligación moral. Actuar con sanciones y aislamiento. Con un grito firme y universal: Nunca más, para nadie.
Y si algún país decide mirar a otro lado, debe ser igualmente aislado. Porque cuando se tolera el genocidio, se participa de él.