Madrid, 16 de julio de 1997
El ojo electrónico mostraba claramente un objeto, al parecer de metal, que, asomando entre el fino polvo rojizo, brillaba a la luz del remoto sol clavado en lo alto del cielo asalmonado. Los sabios, congregados ante las pantallas del potente ordenador del JPL de Pasadena, se quedaron mudos. Sobrepuestos a la impresión, dieron órdenes para que el pequeño vehículo teledirigido se acercara al intrigante objeto. Los minutos transcurridos hasta que éstas se cumplieron, pasaron con exasperante lentitud. La tensión de ser los protagonistas de lo que podía ser un descubrimiento histórico sin igual, quedaba perfectamente reflejada en los rostros ansiosos del equipo científico de guardia. La imagen que entonces se plasmó en los monitores después de viajar a través de cientos de millones de kilómetros de oscuro y frío vacío, era tan nítida que, aun dejando lugar al asombro, no dejaba lugar a la duda: se podía afirmar que en el pasado Marte había sido hollado por algún tipo de vida inteligente al encontrar sobre su yerta y helada superficie uno de los objetos que probablemente hicieron de él un planeta desolado: una bomba nuclear sin estallar.
El ojo electrónico mostraba claramente un objeto, al parecer de metal, que, asomando entre el fino polvo rojizo, brillaba a la luz del remoto sol clavado en lo alto del cielo asalmonado. Los sabios, congregados ante las pantallas del potente ordenador del JPL de Pasadena, se quedaron mudos. Sobrepuestos a la impresión, dieron órdenes para que el pequeño vehículo teledirigido se acercara al intrigante objeto. Los minutos transcurridos hasta que éstas se cumplieron, pasaron con exasperante lentitud. La tensión de ser los protagonistas de lo que podía ser un descubrimiento histórico sin igual, quedaba perfectamente reflejada en los rostros ansiosos del equipo científico de guardia. La imagen que entonces se plasmó en los monitores después de viajar a través de cientos de millones de kilómetros de oscuro y frío vacío, era tan nítida que, aun dejando lugar al asombro, no dejaba lugar a la duda: se podía afirmar que en el pasado Marte había sido hollado por algún tipo de vida inteligente al encontrar sobre su yerta y helada superficie uno de los objetos que probablemente hicieron de él un planeta desolado: una bomba nuclear sin estallar.
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