​Dimisiones: ¿debilidad del Gobierno?

Las dimisiones elevan la exigencia ética de la sociedad

¿Acaso las dimisiones estilo países anglosajones o nórdicos no son ejemplares? ¿No extirpan malas conductas e incrementan el nivel de exigencia ética de la sociedad? Entonces, ¿que un ministro renuncie por asuntos poco o nada estéticos o éticos que haya cometido es tan negativo para un Gobierno o lo fortalece? Y si cayeran tres ministros, ¿sería intolerable para el Ejecutivo? ¿Es preferible permanecer en el sillón que tener la decencia de dimitir?
Dimitir no es un castigo, es el deber moral de asumir la responsabilidad política y apartar la indecencia poniéndose al servicio del interés general. ¿O resistir en el cargo no socava los principios éticos de toda sociedad que pretenda llamarse libre?
Conjeturo que las dimisiones son necesarias y contribuyen a que la ciudadanía cuestione la honestidad de sus representantes.

Golpistas o camorristas

Pablo Casado ha decidido enfangar el debate político

Pablo Casado proyecta reconquistar el poder dilapidado con la corrupción siguiendo la senda emprendida por Aznar, y dota su verborrea parlamentaria del tono más bronco. Por eso acusó al Presidente del Gobierno de «ser partícipe de un golpe de Estado» y, arropado con los aplausos de su maleducada bancada que rio su exabrupto, se quedó admirado de conocerse.
La bajeza moral de imputar un delito sin demostrarlo, chirría a cualquier demócrata. Alguien que ansía ser Presidente no debe mancillar con tal vileza la institución que pretende conquistar. Abrazar el discurso de la crispación puede acarrear, como ha ocurrido con Trump en EE.UU, violencia hacia los que son vituperados con tan arbitraria ira.
En el Parlamento se deben debatir los problemas de la ciudadanía. Y las formas, donde jamás puede faltar la educación, son importantes.

Periodismo: profesión de alto riesgo

Campaña por la libertad de prensa y contra el asesinato y persecución de periodistas

Según Reporteros Sin Fronteras en 2017 asesinaron a 65 profesionales de la información, el año menos letal de los últimos catorce. Pero en 2018 ya han caído más que hace un año.
Estos asesinatos no solo ocurren en el tercer mundo o en países en guerra. Aquí, en la UE, también; y ya van siete en apenas 12 meses. Muchos de ellos son crímenes de Estado. Caruana, Kuciak, Marinova o Khashoggi, son recientes ejemplos de lo que supone informar con rigor e independencia sobre corrupción política, delitos fiscales o criminalidad. Y a esto hay que sumar los periodistas encarcelados o perseguidos, que son legión.
Para obligar al poder a responder por sus actos, la información no puede ser coartada. Y si la verdad no se puede narrar con libertad y seguridad, la democracia pierde un pilar fundamental en la forja de ciudadanos libres.

Hipotecas: ¿ganará la banca?

Si no nos escandalizamos, la Banca volverá a ganar

Atenazado por un posible varapalo de la Justicia europea, el Supremo se vio obligado a corregir su criterio sobre el tributo de hipotecas y estableció que lo debían pagar los bancos, no los clientes. A las pocas horas, aterrado por la reacción de los poderosos que hacían temblar la Bolsa, en una insólita decisión sin importarle quedar en ridículo, optó por corregir lo corregido y anunció, en román paladín, que habrá que buscar la manera de salvar a la Banca, aunque la decisión sea arbitraria.
Si vuelve a corregir lo corregido que corrigió para hacer que el cliente pague dicho tributo, revelará que los criterios de justica que deben regir toda acción judicial, son ignorados.
Parece que los jueces del Supremo, sabiendo que los axiomas no necesitan demostrarse, se empecinan en probar la máxima de que la banca siempre gana.

La Hispanidad de Pablo Casado

Pablo Casado descubre América

El hiperactivo Casado, en su exhibición por demostrar que es más español que nadie, hizo gala de una posverdad supina y manipulando una edulcorada Historia, confeccionó un panegírico en el que España, «la nación más antigua de Europa», descubrió América gracias al «capital privado» para escribir «el hito más brillante de la historia del hombre». En su particular desatino parece que otros Estados como Francia, Inglaterra o Suecia no existían. Además insinúa que toda América estaba esperando ser descubierta por los liberales españoles –obviando que los Reyes Católicos, como era habitual, pidieron dinero prestado para financiar el viaje que luego reembolsaron–, y omite que los vikingos ya habían llegado al nuevo continente. Y su opinión sobre la «etapa más brillante» –¿para quién?– es totalmente subjetiva y más que cuestionable.

Desigualdad creciente

La brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande

De manera desapercibida –por su escasa repercusión en prensa– ha pasado el informe que sobre desigualdad publica Intermón Oxfam, oenegé nada sospechosa de izquierdismo. En él, se desvela algo cruel: la sociedad más injusta galopa desbocada y en España la pobreza y la exclusión social se despeñan al averno debido a «un mercado laboral incapaz de compartir de una manera equitativa los ingresos», y a una fiscalidad injusta que favorece «un sistema tributario poco progresivo y que recauda poco». Además alerta de que, entre los países desarrollados, somos el que menos hace para combatir la desigualdad. El informe también muestra cómo España ha reducido el impuesto de sociedades para no repartir la riqueza, siendo uno de los peor clasificados entre los países avanzados.
Así, con cruda dureza se revela el demoledor legado del PP y sus políticas para favorecer a los ricos y deteriorar lo público. Desolador paisaje que, con urgencia, hay que revertir.

Fomentar la crispación

La derecha ideológica está haciendo una oposición irracionalmente agresiva

A lo largo de los 40 años de democracia, se ha constatado que cuando el Partido Popular pierde el poder, toca a rebato y se echa al monte a emponzoñar la vida política y social torpedeando, desde todos los ángulos posibles, cualquier iniciativa –buena, regular o mala– del nuevo Gobierno. Ellos, que apelan a la lealtad y al patriotismo, saben que la crispación tensiona la convivencia, origina inseguridad económica que engendra paro y aumenta el descrédito internacional e institucional. Y crispan para dejar fuera del debate político lo importante: la vivienda, el paro, la cuestión territorial, las pensiones, los servicios esenciales…
Casado debe aplicarse a sí mismo esa concordia que quiere hacer ley y admitir que el Gobierno de Sánchez, nos guste o no, es totalmente legítimo. Y, por supuesto, ejercer de oposición, que para eso está. Pero de manera responsable, con argumentos y aparcando para siempre lo irracional de su alegato. Ganaremos sosiego y calidad en el discurso político.

El neoliberalismo del FMI

El FMI, si alguna tuvo principios, hace mucho que los abandonó

El Fondo Monetario Internacional redacta sus consejos en despachos alejados de la realidad. Sus técnicos gozan de contratos blindados, múltiples prebendas y abultados salarios que todos pagamos. Como tiene en su historial personajes como Rato, Strauss-Kahn o Lagarde, hace tiempo que abandonó sus principios –erradicar la pobreza– y no oculta su meta: impulsar un capitalismo cercano al neoliberalismo que favorezca al 1% más rico. Por eso alertan que vincular las pensiones al IPC –algo constitucional– pone en peligro el sistema. ¿Qué sistema? ¿El suyo? ¿El de favorecer a los pudientes y sus grandes corporaciones?
Saben que para hacerlo habrá que subir impuestos. ¡Lógico!. Recaudamos 7 puntos menos que la eurozona. Con ese dinero se podría financiar mucho repartiendo la riqueza. Y, precisamente, eso es lo que les pone nerviosos.

Demoler lo público

El PP, y su neoliberalismo, pretenden machacar el estado de bienestar

A finales de verano supimos que mientras la lista de espera sanitaria de la Comunidad de Madrid aumentaba un 47%, el Partido Popular de esta autonomía dejó sin gastar 61 millones de euros presupuestados que deberían haberse utilizado para disminuirlas. También en materia de enseñanza, de cada 100 aulas que se abrieron en esta Comunidad, solo 23 eran públicas, las 77 restantes lo hacían en centros concertados –colegios privados subvencionados con nuestro dinero¬–. Y todo para demostrar engañosamente que lo público funciona mal.
Estos dos recientes ejemplos clarifican lo que nadie debería olvidar: una línea maestra del PP es desmantelar lo público en beneficio de la actividad privada, y trasvasar sibilinamente el dinero de todos a manos particulares mientras se deteriora la justicia social y marchita el Estado de bienestar.