sábado, 20 de junio de 2015

Cascos azules: ¿Modelo de la humanidad?

Madrid, 28 de diciembre de 1996.

Existen ciertas ocasiones en las que uno se avergüenza de pertenecer al género humano: cuando al juez le atenaza el miedo y le impide impartir justicia, cuando el policía resulta ser el delincuente, cuando el político es el corrupto, cuando el militar es el opresor del pueblo al que se debe, cuando el gobernante es el dictador, cuando el banquero es el usurero, cuando el empresario se convierte en explotador, cuando el religioso es el inquisidor fundamentalista.
Pero esta vergüenza se transforma en una mezcolanza de estupor, indignación y rabia contenidas por formar parte de la humanidad cuando aquél que debe curar nuestras heridas es el origen de nuestro males o, lo que es lo mismo, cuando uno se entera de las violaciones cometidas por cascos azules de la ONU durante el desempeño de sus misiones de pacificación a mujeres inválidas, amparados precisamente en la imposibilidad que tienen éstas de huir al faltarles las piernas para correr, situación tan deplorable ante la que sólo cabe una respuesta coherente, aun más después de oír las increíbles declaraciones de los responsables del mencionado Organismo en el sentido de que no tienen capacidad para hacer casi nada y, ni siquiera pueden decir al mundo a qué país pertenecen los soldados acusados de cometer semejante tropelía. Y la respuesta, por más que he meditado sobre esta felonía, no puede ser otra: por favor, díganme dónde me tengo que apuntar para darme de baja del género humano, en tanto que los culpables no sean sometidos a un Consejo de Guerra público y castigados con ejemplaridad, tal y como sucedió con los responsables de los crímenes contra la humanidad cometidos durante la Segunda Guerra Mundial en el juicio de Nuremberg.

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