sábado, 20 de junio de 2015

Pena de muerte

Madrid, 4 de febrero de 1998. (A la memoria de Fernando Pereira, Chico Mendes y tantos otros)

Toda vida es sagrada y sólo aquél que nos la dio nos puede privar de ella. Y, aquél que nos la dio, no se debe molestar si, en caso de grave enfermedad, la propia persona decide sobre su propio destino. Por eso, resulta lamentable que al filo del tercer milenio existan Gobiernos que ejecuten la pena capital como medio represor para hacer cumplir las leyes. De todos modos, esta institucionalización de la muerte, aunque claramente terrible, no deja de ser una postura muchísimo más ética que la de muchos Gobiernos del llamado mundo civilizado que dicen no estar de acuerdo con la pena de muerte y, sin embargo, montan servicios paralelos para quitarse de en medio a todo aquél que les molesta, lo mismo da que se trate de un terrorista que un pacífico ecologista.

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