Madrid, 5 de junio de 1996
Resulta descorazonador que en este mundo que nos ha tocado vivir, casa común del género humano y por el momento único lugar habitable para nuestra especie, se lancen consignas tan claramente insolidarias como las manifestadas por Roberto Maroni, títere de Umberto Bossi, y ambos pertenecientes a Liga Norte de nuestra vecina Italia sí, precisamente los hacendados del septentrión, aquellos a los que se les supone, por los medios de que siempre han dispuesto, una mayor preparación humanística, promoviendo la independencia de la mitad desarrollada de su país, advirtiendo que incluso buscarán el reconocimiento de sus reivindicaciones en el extranjero y, lo que es peor, sabiendo que muchos de sus conciudadanos de esta acomodada región, son claramente receptivos a este tipo de mensajes.
Triste sería pensar que lo lograran; pero supongamos que, estos abanderados de la injusticia social, oscuros líderes de la Historia venidera, lo consiguiesen. Aquellos que hubieran apoyado, de forma expresa o con su silencio cómplice, esta causa insolidaria podrían sentirse orgullosos de haber contribuido a incrementar ese abismo, cada vez más insalvable por profundo y vasto, existente entre países ricos y pobres poniendo, al mismo tiempo, su granito de arena para dinamitar la inestable paz mundial. Pues no olviden que la solidaridad entre naciones distintas es algo absolutamente justo y necesario para la armonía de las sociedades.
Resulta descorazonador que en este mundo que nos ha tocado vivir, casa común del género humano y por el momento único lugar habitable para nuestra especie, se lancen consignas tan claramente insolidarias como las manifestadas por Roberto Maroni, títere de Umberto Bossi, y ambos pertenecientes a Liga Norte de nuestra vecina Italia sí, precisamente los hacendados del septentrión, aquellos a los que se les supone, por los medios de que siempre han dispuesto, una mayor preparación humanística, promoviendo la independencia de la mitad desarrollada de su país, advirtiendo que incluso buscarán el reconocimiento de sus reivindicaciones en el extranjero y, lo que es peor, sabiendo que muchos de sus conciudadanos de esta acomodada región, son claramente receptivos a este tipo de mensajes.
Triste sería pensar que lo lograran; pero supongamos que, estos abanderados de la injusticia social, oscuros líderes de la Historia venidera, lo consiguiesen. Aquellos que hubieran apoyado, de forma expresa o con su silencio cómplice, esta causa insolidaria podrían sentirse orgullosos de haber contribuido a incrementar ese abismo, cada vez más insalvable por profundo y vasto, existente entre países ricos y pobres poniendo, al mismo tiempo, su granito de arena para dinamitar la inestable paz mundial. Pues no olviden que la solidaridad entre naciones distintas es algo absolutamente justo y necesario para la armonía de las sociedades.
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