Madrid, 5 de febrero de 1997
Nos lo narra muy bien la fábula de Pedro y el lobo: tanto mintió a sus vecinos que, cuando realmente vino el lobo, nadie lo creyó.
Esto viene a cuento porque nuestra clase política a fuerza de creerse que está en una esfera superior a la nuestra, de someterse a debates en los que contestan con frases hechas evadiendo la pregunta, de decirnos a nosotros, los ciudadanos, verdades a medias y, aún peor, mentiras han perdido, simplemente, la capacidad de transmitir una información veraz. No es que la ciudadanía sea tonta o que ustedes hablen en una lengua extraña que no comprendamos, no. Es que ustedes se han ganado a pulso, y poco a poco, la falta total de credibilidad. Si no, sólo tienen que mirar lo que ha sucedido con el brote de meningitis. Se han secado la lengua al decirnos que no pasa nada, que todo está bajo control, que no hay por qué llevar a cabo una vacunación masiva. Resultado: colas de seis horas para conseguir una vacuna contra el meningococo.
Con esto no digo que ustedes no tengan razón. Simplemente trato de evidenciar la realidad para ver si meditan y cambian de actitud: nosotros, el pueblo llano, sencillamente, no les creemos porque el riesgo de que nos mientan o nos cuenten medias verdades, de que nos manipulen en suma, es demasiado alto, aunque el que lo haga sea un ministro o, incluso, el mismísimo Presidente del Gobierno.
Lo siento, caballeros, pero no gozan de credibilidad. Y eso es malo, para ustedes y para nosotros.
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