sábado, 20 de junio de 2015

Reflexiones sobre la reducción de jornada laboral

Madrid, 8 de noviembre de 1993

Tras las oportunistas declaraciones del señor González sobre un tema ya viejo, y teniendo en cuenta los tiempos que corren, se hace más necesario que nunca apelar a la solidaridad de las personas y, aún más, en el caso que nos ocupa: el reparto del trabajo; pero, sobre todo, no de cualquier modo. Con la tan traída y llevada reducción de la jornada laboral se hace oportuna la reflexión para tratar de sentar, por lo menos entre otras, las siguientes premisas y poder hacer que algo importante arribe sin novedad a buen puerto:

1ª.-    De llevarse a cabo esta medida, debería implementarse en todo el territorio nacional y, ni que decir tiene, que en todas las empresas, ya sean públicas o privadas.

2ª.-    Al reducir la semana laboral, por ejemplo de 40 a 32 horas, se está reduciendo el tiempo real de trabajo en un 20%; por lo tanto se podría contratar entre los parados al equivalente a un 20% de los trabajadores en activo. Con ello el número de personas desempleadas prácticamente desaparecería pudiendo, claramente, el Estado hacerse cargo de las no agraciadas por esta medida mientras fuese necesario.

3ª.-    Al reducir mi jornada en un 20% acepto de inmediato de ahí el principio solidario al que hay que apelar una reducción similar en mi salario para dárselo a las personas que se incorporaran a la vida laboral activa.

4ª.-    Al estar trabajando la práctica totalidad de la población activa, resulta evidente que el consumo privado se vería incrementado y, por ende, el beneficio empresarial. Dicho beneficio debería ser repartido entre el empresariado, por supuesto, pero sin olvidar que el mismo se habría obtenido gracias al sacrificio solidario de los trabajadores debiendo, asimismo, redundar en ellos.

5ª.-    La más importante de todas: que no volvamos a oír, con el paso del tiempo que a las empresas españolas les vuelve a sobrar mano de obra. No, señores empresarios. Sean ustedes solidarios también, y sobre todo serios (no olviden que el fin último que debe perseguir la vocación empresarial es el de generar riqueza), y no compren nunca más, costosas y sofisticadas maquinarias con el fin de automatizar las líneas de producción para reducir costes y ser más competitivos, no consiguiendo con ello más que eliminar masa laboral (seres humanos con sus problemáticas personales). Tengan muy presente que no existe nada mejor para la economía de un país que una situación de pleno empleo.

Bien, pues si la reducción de la jornada laboral se lleva a término de esta forma, y no de cualquier otra en la que, al final resulten beneficiados los de siempre, cuenten ustedes conmigo.

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