Madrid, 23 de diciembre de 1996.
Manifiesto que cada vez que se aproximan nuevas elecciones, y ante la mediocridad de nuestros políticos, mi incapacidad para depositar en la urna un voto consecuentemente meditado es grande. ¡Con lo sencillo que podría resultar, en casos como estos, si estuviera instituido el voto en blanco con representación parlamentaria, por supuesto!
Me explicaré: votar es un derecho, nada de deber como nos lo quieren vender, síntoma inequívoco de madurez democrática. Como tal, debe hacerse de una forma responsable; pero, cuando se intenta ejercer esta opción de manera meditada, reposada y sensata, enjuiciando los pros y contras de todas las candidaturas que concurren, mirando cómo éstas han utilizado nuestro voto en el pasado, resulta una tarea titánica y a veces totalmente imposible. Sin embargo, si pudiéramos votar en blanco con la certeza de que este voto serviría para que una porción de escaño se quedara vacío al tiempo que sirviera de advertencia para que ciertos políticos cambiasen de actitud. Asimismo podría servir para que, dependiendo de la satisfacción del pueblo hacia sus gobernantes y por ello del número de escaños vacíos, la mayoría absoluta fuera más difícil de conseguir y, por tanto, se vieran obligados a, por lo menos, tres cosas, que redundarían en beneficio de la salud democrática:
1ª.- Asistir a las sesiones parlamentarias para sacar adelante leyes y enmiendas en lugar de faltar como tan a menudo parecen hacerlo.
2ª.- Si éstas hubieran de ser aprobadas con un número determinado de votos, deberían dialogar y discutir al encontrarse más alejados de la mayoría absoluta, en suma: consensuar, debatir y escuchar las razones del contrario que, a lo mejor, hasta tiene razón en lo que dice y no, a lo votar, sin pensar más, lo que dicta el partido. Algo que parece hoy en día totalmente olvidado.
3ª.- Revalidar, verdaderamente, su estancia en el Parlamento con sus modos de hacer y comportarse en política.
¡Sería maravilloso! ¿No creen?
Un último ruego: por favor, señores políticos, escuchen y acojan esta propuesta como lo que es: un camino para hacernos más libres y responsable, en suma a crecer en ser persona. No se desconecten tanto de la calle y su realidad. Sondeen un poco a la opinión pública y verán que bastante gente piensa de esta manera. ¿Acaso les produce intranquilidad? Si así fuera, que no lo creo, mediten el por qué.
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