sábado, 10 de septiembre de 2016

El descontrol del Gobierno en funciones

Ana Pator cabeza del Gobierno en rebeldía
Ana Pator cabeza del Gobierno en rebeldía
El Gobierno sigue en su particular enroque para no someterse al control del Parlamento. Lo dijo la vicepresidenta en funciones en la rueda de prensa del consejo de ministros del viernes: “mantenemos nuestras posiciones”.
Sin embargo, el Congreso no está en funciones, y si todas las fuerzas, a excepción del PP, que no tiene mayoría absoluta para vetarlo, reclaman que Luis de Guindos comparezca en la Cámara, representación de la soberanía popular, para explicar el nombramiento y renuncia de José Manuel Soria, el Gobierno no debería sustraerse al control parlamentario obstaculizando el ejercicio de la democracia y ningunear la soberanía popular convirtiéndola en papel mojado. La Constitución, como es lógico, no puede regular detalladamente todo cuanto es capaz de hacer el Gobierno, aunque el espíritu de nuestra Ley sí deja claro que el poder Ejecutivo, en todo momento, debe estar sometido al control parlamentario como algo que es inherente a todas las democracias. Es de sentido común. Lo contrario es poner la democracia a los pies de los caballos.

¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!

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El pasado 20 de junio se celebró el día mundial del refugiado. Europa, para conmemorarlo, contó con poco más que miles de muertes de inocentes acaecidas durante su intrincado éxodo porque, olvidando sus raíces solidarias, ha sido incapaz de dar respuesta a la grave tragedia humana protagonizada por personas que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de horrores bélicos, políticos, económicos… Los movimientos migratorios que se han producido a lo largo de los tiempos, y que ahora presenciamos exponencialmente agravados en la aldea global, son imparables. No hay “efecto llamada” sino “efecto huida de la miseria y del horror de la guerra”. Y sean cuales sean las vergonzantes medidas disuasivas que implanten los gobiernos de cualquier rincón del mundo, no existe, ni existirá, fuerza capaz de detener la tremenda acometida de la desesperación humana: para el que todo está perdido, no hay más que perder.
¿Cómo debemos entender el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentan? ¿Nos prohibirán ser hospitalarios? Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha alcanzado las más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!

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