miércoles, 16 de marzo de 2016

La burla grotesca de Cospedal

La burla de Cospedal
La tomadura de pelo de Cospedal
En unas recientes declaraciones María Dolores de Cospedal ha dicho que su partido, el Partido Popular, “es el que más ha luchado contra la corrupción”. Ante semejante agravio a la inteligencia no puede uno permanecer impasible. Al menos hay que indignarse y recordarle a María Dolores, aunque seguro que lo sabe, que su partido fue expulsado por el juez como acusación en el caso Gürtel por obstaculizar la justicia poniendo palos en las ruedas al dar su apoyo al acusado Bárcenas, que en su partido la corrupción está tan arraigada que han tenido que pagar 245.492 euros de fianza judicial, que tiene un ministro del interior en funciones que ha recibido en su despacho a Rodrigo Rato, imputado por fraude, blanqueo de capitales y alzamiento de bienes, que tiene muchos compañeros imputados por corrupción que han cobrado del partido hasta 21.300 euros mensuales sin trabajar, que su presidente ha enviado varios SMS de apoyo a compañeros del partido imputados cuando estaban siendo investigados por la justicia, que un juez ha tenido que registrar la sede nacional de su partido porque no le entregaban los informes que pacientemente solicitaba una y otra vez, que han formateado 35 veces seguidas y destruido a continuación los discos duros de Bárcenas con información esencial sobre la corrupción en lugar de entregarlos a la Justicia, que han destruido los libros de visitas para que no se pueda averiguar quién pasaba por la sede del partido, que cinco de los seis tesoreros que ha tenido el partido han sido imputados, que la sede de nacional de la calle Génova se ha reformado con dinero negro, que...
Añadiré, para que se ruboricen si es que aún les queda capacidad para ello, que la percepción de los ciudadanos es que, más que luchar contra la corrupción, lo que hacen usted y su partido es marear la perdiz impidiendo que la justicia actúe para que todo permanezca oculto.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
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Sé que lo digo una y otra vez; pero es que, ante la terrible dejación e ilegalidad institucional de lo que está ocurriendo en nuestro continente, me niego a acostumbrarme.
El vergonzoso pacto a que ha llegado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados llegados a Grecia, que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección,  hace que el discurso pronunciado en septiembre pasado por Jean-Claude Juncker resuene pomposo, grandilocuente, inflado, afectado, hipócrita, engañoso, falso, tramposo, insensible, vacío, hueco y feble. La ineptitud y dejación de funciones del presidente de la CE y su pusilánime política europea en este asunto, entre cuyas transcendentales obligaciones está el vinculante cumplimiento, desde 2009, de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE que, en su artículo 18 sobre el Derecho de Asilo reza: “Se garantiza el derecho de asilo dentro del  respeto de las normas de la Convención de Ginebra de 28 de julio de 1951 y del Protocolo de 31 de enero de 1967 sobre el Estatuto de los Refugiados y de conformidad con el Tratado constitutivo de la Comunidad  Europea”, nos deja sumidos en el dolor, la indignación y el sonrojo. Mientras, esta deshonra perpetrada por su indecente gobierno europeo continuará azotando las vidas de miles y miles de refugiados, niños, jóvenes, adultos y ancianos que seguirán viviendo un innecesario y trágico calvario por los helados barrizales, ríos y costas de Europa que muchas veces acabará trocando su anhelo de paz y seguridad por la lóbrega tumba.
Señor Juncker, basta ya de ilegales devoluciones en caliente y asuma su responsabilidad para remediar, conforme a las leyes humanitarias que nos hemos dado, esta gravísima situación o todas esas víctimas inocentes, incluidas las pequeñas vidas truncadas, atormentarán su conciencia.
Dos certidumbres me hacen ser inflexible en este tema: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted, señor Jean-Claude Juncker, usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo que ellos en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
¿Dónde están las alabadas y tan cacareadas raíces cristianas de Europa? ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué principios nos sustentarán? ¿Quedará prohibido ser hospitalario en Europa? Me niego a acostumbrarme a este despropósito.
¡Qué monumental deshonra para esta vieja, acomodada e hipócrita Europa!

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