El Meridiano de Greenwich |
Recientemente, y como viene siendo habitual desde 1974, hemos adelantando nuestros relojes para situarnos 2 horas por delante de la solar.
Teniendo en cuenta nuestra longitud en el mapa deberíamos emplear el huso horario de Greenwich y no el de Europa Central, por tanto, sería más lógico igualar nuestra hora con la del Reino Unido, Portugal o las islas Canarias. Además, las supuestas cifras de ahorro energético no son nada concluyentes, existiendo incluso análisis que han llegado a constatar lo contrario. Y, tal vez, sería aún mejor que el reloj se quedase quieto para siempre en una hora de adelanto con el sol, como en invierno, y no cambiase más. Así nuestro ritmo circadiano (el peculiar reloj interno que controla nuestros ritmos de sueño y vigilia) estaría más acorde con el ciclo solar, sin tener que soportar cada 6 meses otra alteración que, aunque para la mayoría estos efectos no suelen durar demasiado, sí hay quienes lo sienten más y tardan hasta seis semanas en adaptarse. Tal vez sea hora de abordar en serio el sentido del huso horario que mantenemos así como los cambios de hora estacionales.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor y el sonrojo.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
Teniendo en cuenta nuestra longitud en el mapa deberíamos emplear el huso horario de Greenwich y no el de Europa Central, por tanto, sería más lógico igualar nuestra hora con la del Reino Unido, Portugal o las islas Canarias. Además, las supuestas cifras de ahorro energético no son nada concluyentes, existiendo incluso análisis que han llegado a constatar lo contrario. Y, tal vez, sería aún mejor que el reloj se quedase quieto para siempre en una hora de adelanto con el sol, como en invierno, y no cambiase más. Así nuestro ritmo circadiano (el peculiar reloj interno que controla nuestros ritmos de sueño y vigilia) estaría más acorde con el ciclo solar, sin tener que soportar cada 6 meses otra alteración que, aunque para la mayoría estos efectos no suelen durar demasiado, sí hay quienes lo sienten más y tardan hasta seis semanas en adaptarse. Tal vez sea hora de abordar en serio el sentido del huso horario que mantenemos así como los cambios de hora estacionales.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
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Por otro lado, después de muchos meses de muertes de inocentes, dejación y dudas, se ha consumado lo que muchos europeos contemporáneos jamás imaginamos poder llegar a ver: la incapacidad de dar respuesta a una grave crisis de refugiados que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de los horrores bélicos, políticos, económicos…El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor y el sonrojo.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
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