Carácter voluble o sólo canguelo |
El
presidente en funciones, Mariano Rajoy, le dice a Pedro Sánchez que no maree la
perdiz y que se presente a la investidura ya, que “no podemos retrasarlo
indefinidamente”. Lo dice aquél que, en un alarde de grave irresponsabilidad
política, declinó el ofrecimiento del Rey de someterse a la investidura, tratando
de provocar un bloqueo institucional para que no comenzara “a correr el plazo de dos meses que da la Constitución española”, algo así como o él o nadie. A esto se
le llama temperamento voluble, aunque tal vez su nerviosismo por verse fuera
del poder y de la política sólo denote un considerable canguelo.
Ah,
pero todos tranquilos que ha manifestado, también, que “seguirán luchando
contra la corrupción”. Se le olvidó añadir: “como hasta ahora”, supongo.
¡Ay,
Carmena! ¡La que estás liando!
---oOo---
En otro orden de cosas, el inclemente,
duro y frío invierno hace mucho tiempo que llegó, señor Jean-Claude Juncker, presidente
de la CE, y sus
palabras de tahúr suenan pomposas, grandilocuentes,
infladas, afectadas, hipócritas, engañosas, falsas, tramposas, insensibles,
vacías, huecas y febles, mientras la ineptitud y dejación de funciones de su
política europea, entre cuyas transcendentales obligaciones cuenta con el
vinculante cumplimiento, desde 2009, de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE que, en su artículo 18 sobre
el Derecho de Asilo reza: “Se
garantiza el derecho
de asilo dentro
del respeto de
las normas de la
Convención
de Ginebra de
28 de julio de
1951 y del
Protocolo de 31
de enero de
1967 sobre el
Estatuto de los
Refugiados y de conformidad con
el Tratado constitutivo
de la
Comunidad Europea”,
y continúa azotando a miles y miles de refugiados, niños, jóvenes, adultos y
ancianos que viven un innecesario y trágico calvario por las tierras y costas
de Europa que muchas veces termina trocando su anhelo de paz por la lóbrega y
fría tumba. Gobernantes de Europa: Asuman sus responsabilidades o que todos
esos muertos inocentes, incluidos los pequeños criaturitas en sus blancos
ataúdes, atormenten sus acomodadas conciencias.
Insisto en dos certidumbres:
• Nadie deja atrás sus raíces, su
familia, sus amigos, su país, la tierra que le vio nacer, porque sí.
• Usted, señor Jean-Claude Juncker, usted
que me está leyendo en este momento, y yo, haríamos lo mismo que ellos en idénticas
circunstancias.
¡Qué monumental deshonra para esta vieja,
acomodada e hipócrita Europa!
En el nirvana de Iglesias también se pone el Sol
ResponderEliminarEn el paraíso que nos viene anunciando Pablo Iglesias, y que según sus previsiones está cada vez más cerca, la virtud política sustituirá a los pecados de la casta y seremos iluminados por la verdadera democracia. La prensa será respetada, las responsabilidades políticas asumidas, la democracia interna del partido gobernante ejemplar y el nepotismo cosa del pasado. Adiós a los cuñados con despacho. Tendremos un Gobierno capaz de decirle cuatro cosas a Angela Merkel —no como ese pusilánime de Tsipras—, y se plantará cara a los mercados. Nuestros dirigentes irán al trabajo en bicicleta y subvencionarán una a quienes queramos seguir su ejemplo. El país será, al fin, purificado.
Ya decía Quevedo que nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir, porque la parte fácil siempre es la primera. Prometer. Podemos y sus partidos afines ya tienen el poder en algunas plazas importantes y se puede empezar a medir cuánto se ha avanzado allí en la búsqueda de Shangri-La e incluso si hay alguna intención de alcanzarlo. Los periodistas de EL MUNDO han ido a comprobarlo en una serie de reportajes que esta semana hace parada en el Madrid de Carmena, después de nuestra visita a Cádiz, donde (casi) estuvimos con Kichi, el alcalde de Podemos.
No lo conseguimos del todo porque la idea que el regidor gaditano tiene del trato con la prensa no le permitió encontrar tiempo para hablar de su gestión, pero sí conceder entrevistas a quienes quisieran preguntarle por el Carnaval. Si hubiéramos podido, le habríamos preguntado si el fin del nepotismo es compatible con contratar a las parejas de los miembros de su equipo como asesores; si considera que luchar contra la pobreza es fotografiarse en un palco con familias sin hogar, mientras sigue sin solucionar su promesa de dar una vivienda a quienes viven sin luz ni agua corriente; o si tiene previsto dedicar más tiempo a gestionar la ciudad y menos a la farándula propagandística, como piden los empresarios, comerciantes y asociaciones de vecinos que han perdido la paciencia con la política de plató y disfraz.
La pregunta que todo el mundo se hace —¿cómo sería un Gobierno de España con Podemos?— es difícil de responder, y unos pocos alcaldes no tienen por qué ser representativos de todo lo que haría el partido, pero empezamos a tener suficientes pistas como para que resulte innecesario que los ministros de Mariano Rajoy compitan entre ellos por lanzar la advertencia más apocalíptica. Cada vez que nos anuncian el fin del mundo tal como lo conocemos, en cuanto Pablo Iglesias llegue al poder, sólo consiguen sumar votos para el partido morado en las próximas elecciones, sobre todo, porque el discurso del miedo viene de un grupo carcomido por la corrupción que ha perdido toda legitimidad para dar lecciones hasta que no se regenere.
El problema no es que Podemos sea un partido amigo de ETA, sino que carece de un proyecto integrador común para España; el problema no es que quiera acabar con el modelo económico vigente —Iglesias le duraría a Angela menos que Tsipras—, sino que sus propuestas son irrealizables y el mero hecho de formularlas en una posición de responsabilidad agravarían nuestra crisis; el problema tampoco es que algunos de sus miembros se vayan de excursión anarquista a Venezuela, sino que sus líderes hayan mostrado en un pasado reciente su admiración por un régimen que ha empobrecido una nación inmensamente rica y mantiene a disidentes encarcelados. La pregunta es legítima: ¿ven en ese modelo un ejemplo a seguir y en qué?
Podemos y sus partidos hermanos están demostrando sin ayuda su incapacidad para la gestión y la prueba no está ni siquiera en los errores cometidos en los ayuntamientos de Cádiz o Madrid, sino en la determinación de gobernar sólo para quienes les votaron y piensan como ellos. La prioridad no parece el servicio público, sino ganar tontas batallas ideológicas. No es limpiar las calles, sino redefinir la imagen que los niños tienen de los Reyes Magos. No es arreglar el tráfico, sino utilizar la cultura para avanzar su agenda política. No es hacer que la ciudad funcione mejor, sino retirar placas franquistas —y algunas que no lo son— y cambiar el nombre de las calles. Al final va a resultar que la nueva política no era más que eso: mantener a su manera los vicios de la vieja y prometer que, una vez alcanzado el Shangri-La, el líder hará que el Sol se ponga sólo cuando convenga al pueblo.
ResponderEliminarDavid Jiménez (Notas desde Aquilea), Diario EL MUNDO, publicado el 14 de febrero de 2016
http://www.elmundo.es/opinion/2016/02/14/56bf7e15e2704e4e018b461a.html
Artículos relacionados:
http://www.elmundo.es/espana/2016/02/14/56bf9f3aca4741fa718b4604.html
http://www.elmundo.es/espana/2016/02/07/56b64c7b46163f50498b4582.html