Mariano Rajoy toma el pelo a todo el mundo |
Al salir del Comité Ejecutivo del PP, el presidente en funciones, superándose a sí mismo y habiendo perdido una semana en la que ha estado de vacaciones, hace una envolvente sin asumir sus responsabilidades y responde en lengua mariana a la fijación de fecha y hora y a las seis innegociables condiciones de Ciudadanos que ni sí ni no, ni blanco ni negro, sino todo lo contrario. De esta singular manera, Rajoy nos comunica la inaceptable prolongación de la situación de bloqueo institucional que padece España: tres semanas después de su designación por parte del Jefe del Estado, los españoles continuamos ignorando si finalmente se dignará a cumplir con su deber constitucional o en qué momento lo haría. Así, la incertidumbre y la preocupación se apoderan de una ciudadanía atónita ante su posible espantada.
Pero ¡atención! Su ninguneo al Rey, que lo ha nombrado candidato, y su indiferencia al Parlamento, al que debería acudir para exponer su programa político, le sitúan al borde del sistema a punto de convertirse en un digno hooligan de la política.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
¿Cómo debemos entender el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentan? ¿Nos prohibirán ser hospitalarios? Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
Pero ¡atención! Su ninguneo al Rey, que lo ha nombrado candidato, y su indiferencia al Parlamento, al que debería acudir para exponer su programa político, le sitúan al borde del sistema a punto de convertirse en un digno hooligan de la política.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
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El pasado 20 de junio se celebró el día mundial del refugiado. Europa, para conmemorarlo, contó con poco más que miles de muertes de inocentes acaecidas durante su intrincado éxodo porque, olvidando sus raíces solidarias, ha sido incapaz de dar respuesta a la grave tragedia humana protagonizada por personas que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de horrores bélicos, políticos, económicos… Los movimientos migratorios que se han producido a lo largo de los tiempos, y que ahora presenciamos exponencialmente agravados en la aldea global, son imparables. No hay “efecto llamada” sino “efecto huida de la miseria y del horror de la guerra”. Y sean cuales sean las vergonzantes medidas disuasivas que implanten los gobiernos de cualquier rincón del mundo, no existe, ni existirá, fuerza capaz de detener la tremenda acometida de la desesperación humana: para el que todo está perdido, no hay más que perder.¿Cómo debemos entender el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentan? ¿Nos prohibirán ser hospitalarios? Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
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