sábado, 21 de mayo de 2016

Objetivo cumplido

El PP vuelve a agitar las banderas
El PP vuelve a agitar las banderas
Y brillantemente cumplido. El objetivo era hacer ruido, mucho ruido; y vaya si se ha hecho. Bastaba mezclar futbol y política, dos ingredientes que juntos aseguran un bombazo, la tormenta mediática perfecta. No se habla de otra cosa. Al PP, sabedor de que, pase lo que pase, su suelo electoral lo pisó el pasado 20 D, le da igual todo y no le importa que el Estado se resienta con nuevas hornadas de independentistas. Todo vale con tal de que sólo se oiga el ruido. De repente, por arte de birlibirloque, los 2.000 millones de multa con los que seguramente nos sancionará Europa tras la elecciones (lo que ya es una grave manipulación electoral) por incumplimiento reiterado del déficit, los casos de corrupción, la juiciosa propuesta del PSOE para reflotar con impuestos (habrá que ver si de ricos y grandes empresas y no de los de siempre) la Seguridad Social, la indecente reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para que queden impunes 436.000 causas, el récord de deuda pública y tantos otros asuntos serios y candentes que están ahogando a España, dejaron de existir. Y todo por una cacicada como es la prohibición de un símbolo de reivindicación que, aunque a muchos no nos gusta, es totalmente democrático.
Por cierto, aquellos que con razón exigen la dimisión de Concepción Dancausa, no deberían perder el tiempo. Es una causa perdida. Es obvio que la decisión de la prohibición para hacer tanto ruido no la tomó ella sola, sino en comandita en un partido sin discrepancias. Jamás dimitirá.


¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!

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Por otro lado y después de muchos meses de muertes de inocentes, dejación y dudas, se ha consumado lo que muchos europeos contemporáneos jamás pensamos ver: la incapacidad de dar respuesta a una grave crisis de refugiados que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de los horrores bélicos, políticos, económicos…
El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor  y el sonrojo. Incluso varias ONG como Médicos Sin Fronteras o ACNUR, han suspendido todas sus actividades en el centro de registro de refugiados por entender que se ha convertido en un ignominioso centro de detención.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria humana con su único esfuerzo” y el compromiso que mantiene con los derechos humanos es puro delirio.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!

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