Stop al TTIP. Legislar para las élites es corrupción |
En estricto secreto y desde junio de 2013, Estados Unidos y la Unión Europea, junto a potentes lobbies que defienden los intereses de grandes empresas, negocian la aprobación definitiva de un Tratado comercial bilateral que pretende conciliar la normativa a ambos lados del Atlántico. Al modificar leyes laborales y salarios, dañará gravemente nuestras conquistas sociales menoscabando nuestro estilo de vida. A pesar del disfraz con que lo visten, está hecho por y para las multinacionales que tendrán capacidad de redactar leyes y recortar derechos, hasta tal punto que en lo jurídico, si consideran que alguna política europea laboral, medioambiental, fiscal o alimentaria merma sus beneficios, presentes o futuros, podrán demandar a los países en tribunales de arbitraje privados, y opacos, que estarán por encima de los tribunales de cada estado. El Tratado concernirá a todos los sectores económicos y fomentará la privatización de servicios públicos esenciales, como la sanidad, el agua, la educación o la energía, al considerarlos elementos de consumo. La industria alimentaria estará autorizada a usar nuevos transgénicos, hormonas, antibióticos, y plaguicidas tóxicos, que no serán sometidos a los controles actuales y podrán clonar animales para consumo humano. En el sector energético se acabará con la protección medioambiental al permitir la fractura hidráulica (el desastroso y temible fracking) y no tener en cuenta el acuerdo de mínimos de París en cuanto a emisiones de CO2, recrudeciendo el cambio climático. En el sector agrario se acelerará la desaparición de los pequeños agricultores encaminando el mundo rural a una muerte cierta. Los lobbies de la industria farmacéutica han presionado para que se aumenten los controles sobre los medicamentos genéricos, lo que llevará a un encarecimiento de los mismos proporcional al deterioro de nuestra salud.
Pero ¿por qué se negocia a puerta cerrada? ¿Es esto democrático? Legislar para las élites también es corrupción y lo que es la utopía de los poderosos será nuestra cruel realidad si no actuamos. El planeta que habitamos y los seres que en él vivimos nunca debemos quedar al albur de los intereses de las empresas, sino al revés: son las empresas las que deben someterse al interés de las personas. Como individuos somos responsables de legar a nuestros descendientes un mundo mejor que el que encontramos. En eso consiste la existencia, y no cabe duda de que si este Tratado sale adelante el mundo que se encontrarán será mucho peor que el que a nosotros nos legaron.
Incluso Alfred de Zayas, comisionado por la ONU, anima a los particulares a recurrirlo ante los tribunales al vulnerar los derechos fundamentales e ir contra los principios de Naciones Unidas.
En Francia, en estos días, se está viviendo una batalla de esta guerra con la dura reforma laboral, inspirada en la española de Rajoy, iniciada por Zapatero y González, que están pretendiendo sacar adelante y que está siendo ampliamente contestada en la calle.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor y el sonrojo. Incluso varias ONG como Médicos Sin Fronteras o ACNUR, han suspendido todas sus actividades en el centro de registro de refugiados por entender que se ha convertido en un centro de detención.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria humana con su único esfuerzo” y el compromiso que mantiene con los derechos humanos es puro delirio.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
Pero ¿por qué se negocia a puerta cerrada? ¿Es esto democrático? Legislar para las élites también es corrupción y lo que es la utopía de los poderosos será nuestra cruel realidad si no actuamos. El planeta que habitamos y los seres que en él vivimos nunca debemos quedar al albur de los intereses de las empresas, sino al revés: son las empresas las que deben someterse al interés de las personas. Como individuos somos responsables de legar a nuestros descendientes un mundo mejor que el que encontramos. En eso consiste la existencia, y no cabe duda de que si este Tratado sale adelante el mundo que se encontrarán será mucho peor que el que a nosotros nos legaron.
Incluso Alfred de Zayas, comisionado por la ONU, anima a los particulares a recurrirlo ante los tribunales al vulnerar los derechos fundamentales e ir contra los principios de Naciones Unidas.
En Francia, en estos días, se está viviendo una batalla de esta guerra con la dura reforma laboral, inspirada en la española de Rajoy, iniciada por Zapatero y González, que están pretendiendo sacar adelante y que está siendo ampliamente contestada en la calle.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
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Por otro lado y después de muchos meses de muertes de inocentes, dejación y dudas, se ha consumado lo que muchos europeos contemporáneos jamás pensamos ver: la incapacidad de dar respuesta a una grave crisis de refugiados que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de los horrores bélicos, políticos, económicos…El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor y el sonrojo. Incluso varias ONG como Médicos Sin Fronteras o ACNUR, han suspendido todas sus actividades en el centro de registro de refugiados por entender que se ha convertido en un centro de detención.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria humana con su único esfuerzo” y el compromiso que mantiene con los derechos humanos es puro delirio.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
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