sábado, 28 de mayo de 2016

La ONU ¿modelo para la humanidad?

Bandera y casco de Naciones Unidas
Los cascos azules culpables de crímenes deberían ser juzgados
Existen ocasiones en las que uno siente estupor, indignación y rabia: cuando el juez, atenazado por el miedo o movido por oscuros intereses, prevarica; cuando el policía, atraído por la tenue llamada de lo ajeno, resulta ser el delincuente; cuando el político, ávido por el color del dinero fácil, se convierte en corrupto; cuando el militar, en un arrebato de patriotismo mal entendido, se torna en salva patrias y somete al pueblo al que se debe; cuando el gobernante sintiéndose llamado a mayores glorias, se convierte en cruel dictador; cuando el banquero, tentado por la riqueza desmedida, comete usura; cuando el empresario, educado con mentalidad neoliberal, en lugar de coordinar personas cree que maneja simples mercancías y se torna en un mero explotador; cuando el religioso, en lugar de predicar la Buena Nueva, saca al pederasta, inquisidor o fundamentalista que lleva dentro; cuando el médico olvida su juramento hipocrático y no atiende al inmigrante por falta de papeles… cuando aquél que es llamado a sanar las lacerantes heridas de una humanidad en conflicto, se torna en origen y pesadilla viviente de sus males. Como ahora lo son las abyectas violaciones de mujeres inválidas, los abusos cometidos con menores o las tramas corruptas para vender raciones de comida en supermercados; delitos perpetrados por cascos azules de la ONU durante el desempeño de sus “misiones humanitarias de pacificación”, amparados precisamente en la incapacidad de mujeres y niños para escapar de sus garras.
En estas ocasiones me indigno por ser parte de la humanidad, indignación que se acrecienta tras recordar las increíbles declaraciones de hace años en el sentido de que la ONU no tiene capacidad para hacer casi nada a tan infames miembros de un ejército violador de mujeres y niños desvalidos. Por tanto, sólo se me ocurre una respuesta coherente a esta tenebrosa cuestión: por favor, indíquenme dónde tengo que inscribirme para presentar mi baja testimonial del género humano, en tanto que los culpables de estas espeluznantes atrocidades no sean sometidos a un juicio público y castigados, como corresponde, de manera efectiva, tal y como sucedió en Núremberg con los responsables de crímenes contra la humanidad cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.

P.S.: Como ha pasado mucho tiempo y las tropelías que comenten fuerzas de la ONU no se corrigen, si no que aumentan, este artículo es un remake de otro que escribí en febrero de 1999. Con seguridad que se están produciendo más casos deshonrosos de los que no nos enteramos porque las víctimas lo padecen en injusto silencio.

¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
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Por otro lado, y después de muchos meses de muertes de inocentes, dejación y dudas, se ha consumado lo que muchos europeos contemporáneos jamás pensamos ver: la incapacidad de dar respuesta a una grave crisis de refugiados que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de los horrores bélicos, políticos, económicos…
El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor  y el sonrojo. Incluso varias ONG como Médicos Sin Fronteras o ACNUR, han suspendido todas sus actividades en el centro de registro de refugiados por entender que se ha convertido en un ignominioso centro de detención.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria humana con su único esfuerzo” y el compromiso que mantiene con los derechos humanos es puro delirio.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!

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