miércoles, 9 de septiembre de 2015

¿Es Angela Merkel una santa?

Aunque tarde por el sufrimiento causado, y habiendo incumplido reiteradamente varias leyes de asilo y convenios internacionales, ya era hora de que, instigados por Angela Merkel, se tomaran medidas enérgicas ante el reto de los refugiados. Más vale tarde que nunca. Ahora bien, como uno va teniendo unos añitos, estos cambios tan drásticos en política migratoria, que partiendo de Alemania han irradiado la vena solidaria de varias naciones europeas, entre ellas España, le dejan a uno los ojos como platos, y la veteranía me dice que suelen esconder algo. Decidido a averiguar qué encubre esta fraternal transformación, me dediqué a navegar por Internet y descubrí que ya en julio pasado, la patronal alemana solicitó facilitar la inmigración laboral especializada para ayudar a cubrir las necesidades de mano de obra barata, pero eso sí, no a todos, si no haciendo distinción porque, según ellos, “contra la escasez de mano de obra especializada hay que separar la inmigración humanitaria de la inmigración económica”. Por ello los refugiados están comenzando a ser vistos como un motor para la economía alemana que rejuvenecerá un mercado laboral que, debido a la baja natalidad en dicho país, está necesitado de mano de obra por el descenso de la población activa y de paso subsanar la pérdida de atractivo que la gran nación germana tiene como destino empresarial por este descenso. Asimismo, más recientemente, el presidente de la Confederación de Industrias Alemanas ha manifestado que la llegada de miles de refugiados es una oportunidad para el país si se los “integra con rapidez en el mercado laboral”. Así “les ayudaremos y nos ayudaremos”, a la vez que ha criticado la tardanza en la concesión de asilo y ha añadido que “ahora se precisa tener flexibilidad y creatividad”.
Angela Merkel ¿ángel o diablo?
Angela Merkel, ¿ángel o diablo?
Este giro de ciento ochenta grados en las declaraciones de sectores alemanes hasta ahora no muy cercanos a los dramas humanos, vienen después de que durante años, y casi en total silencio salvo unas pocas voces discrepantes, se ha venido restringiendo el derecho de asilo al tiempo que se ha dificultado la vida a los refugiados que están en el país teutón, mientras se han endurecido las condiciones de vida de los que esperan una decisión sobre su solicitud de refugio, para, de este modo, disuadir a los que pretendían presentar su petición.
Caso aparte merece Hungría que, salvo cambio de actitud inmediata con respecto a los refugiados y petición pública de perdón por el mal trato infligido, debería ser expulsada con urgencia de la Unión por incumplimiento de la Carta de Derechos Fundamentales Europea.
Bien, a la vista de lo anterior se intuye que detrás de todo esto no está el altruismo, sino el maldito interés crematístico y la presión mediática y de la gente corriente por la muerte del niño Aylan y su familia, muertes que por cierto se podían haber evitado de haberse cumplido las leyes y convenios de asilo y protección a los refugiados que nos hemos dado como habitantes de la UE. En cualquier caso, aunque tarde y mal, bienvenido sea. Como dice el refranero español: “Hágase el milagro, hágalo el diablo”.

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