Comunidades de vecinos: en muchos casos nidos de corrupción |
Es tabú. Aunque casi todos lo saben, muy pocos lo comentan. Apenas se oye un susurro, se hace el silencio, el vacío. Sin embargo, si se pudiese cuantificar sería con diferencia la mayor de las insondables tramas de corrupción que asolan nuestro país. Por número de casos y por montante. Pero todos enmudecen porque la cercanía puede comprometer a familiares, amigos o conocidos. Se trata de la corrupción en las comunidades de vecinos, mal endémico capaz de seducir a ciertos conserjes, que exigen a fontaneros, albañiles y electricistas pagar la correspondiente mordida para acceder al edificio, a presidentes y administradores de fincas que adjudican obras en connivencia con constructores y arquitectos a cambio de exigir altísimas comisiones a proveedores, y a propietarios indolentes que no queriendo saber, dan su voto a los mangantes perpetuando la podredumbre.
Miles de millones de euros defraudados, pero… ¡Chsss!, ¡que nadie mire!, ¡que nadie hable!, ¡que nadie escuche!, ¡que todos callen! Omertá.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
¿Cómo debemos entender el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentan? ¿Nos prohibirán ser hospitalarios? Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
Miles de millones de euros defraudados, pero… ¡Chsss!, ¡que nadie mire!, ¡que nadie hable!, ¡que nadie escuche!, ¡que todos callen! Omertá.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
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Ayer se celebró el día mundial del refugiado. Europa, para conmemorarlo, cuenta con poco más que miles de muertes de inocentes acaecidas durante su intrincado éxodo porque, olvidando sus raíces solidarias, ha sido incapaz de dar respuesta a la grave tragedia humana protagonizada por personas que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de horrores bélicos, políticos, económicos… Los movimientos migratorios que se han producido a lo largo de los tiempos, y que ahora presenciamos exponencialmente agravados en la aldea global, son imparables. No hay “efecto llamada” sino “efecto huida de la miseria y del horror de la guerra”. Y sean cuales sean las vergonzantes medidas disuasivas que implanten los gobiernos de cualquier rincón del mundo, no existe, ni existirá, fuerza capaz de detener la tremenda acometida de la desesperación humana: para el que todo está perdido, no hay más que perder.¿Cómo debemos entender el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentan? ¿Nos prohibirán ser hospitalarios? Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
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