sábado, 16 de abril de 2016

Sobre el caso Soria

José Manuel Soria
José Manuel Soria
Parece que tras la renuncia de José Manuel Soria todo son alabanzas: “dimisión coherente”, “responsabilidad política”, “honrosa”, “impecable”…
Recuerdo que esta dimisión, que según el Gobierno se debe a “motivos personales”, ha costado una semana de sobresaltos, a una ciudadanía perpleja, y de presiones; semana en que determinados medios de comunicación han sido acusados por algunos miembros del gobierno de “ir de cacería” y de “retener información interesadamente”. El ex ministro, conocedor como nadie de su propio pasado, debería haber dimitido en el mismo instante en que se destapó el asunto y, entonces, su retirada sí que, tal vez, podría haber tenido todos los calificativos que ahora se le pretende otorgar, aunque yo, por llamarse patriota y fundar empresas fuera de España, sólo le hubiera aplicado el de sinvergüenza mentiroso. ¡Ah!, y que el fisco siga el rastro de estas compañías para averiguar dónde están ubicadas en la actualidad y que le requiera todo lo que tenga que requerirle.

¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!

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Por otro lado y después de muchos meses de muertes de inocentes, dejación y dudas, se ha consumado lo que muchos europeos contemporáneos jamás pensamos ver: la incapacidad de dar respuesta a una grave crisis de refugiados que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de los horrores bélicos, políticos, económicos…
El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor  y el sonrojo. Incluso varias ONG como Médicos Sin Fronteras o ACNUR, han suspendido todas sus actividades en el centro de registro de refugiados por entender que se ha convertido en un centro de detención.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
Por cierto, ayer se iniciaron las primeras expulsiones a Turquía.

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