sábado, 2 de abril de 2016

El legado tóxico del PP

El legado tóxico del PP
Una vez descubierta la gran mentira, Montoro echa balones fuera.
Rajoy ha admitido que estuvo demasiado tiempo ausente y alejado de los ciudadanos, pero porque debía entregarse a salvar a España de una situación económica calamitosa. Pues menos mal, porque en todos y cada uno de sus cuatro años como presidente incumplió el objetivo de déficit. Según Montoro, que hizo de la contención su meta, el que nos hayamos excedido del objetivo en 2015 es culpa de las Comunidades Autónomas y de los enfermos de hepatitis C (0,1 % del PIB).
En realidad el incumplimiento del déficit se debió, entre otras cosas, a los míseros salarios, la corrupción y a que los gobiernos salientes de las CCAA, gobernadas entonces mayoritariamente por el PP, ante las elecciones de mayo pasado, implementaron a toda prisa medidas electoralistas para cosechar votos malgastando de tal manera que cuando algunos de los nuevos gobiernos asumieron sus tareas se encontraron con que ya se había dilapidado el 80 % del presupuesto anual.
Al gobierno central le ocurrió lo mismo cuando tomó decisiones populistas de cara al reto electoral de diciembre y procedió a rebajar impuestos y devolver pagas extras previamente confiscadas que, según se ha comprobado, han influido negativamente en la consecución del objetivo marcado. Y todo ello mientras en octubre pasado a sabiendas, Montoro y todo el gobierno, engañaban a la Comisión Europea y a nosotros afirmando que “España cumple de sobra el déficit”. Ahora, el nuevo ejecutivo que logre gobernar recibirá una herencia envenenada, en forma de pesada losa de 24.000 millones de euros en recortes adicionales, que le legará el gobierno saliente. Y todo ello sin hablar del insondable agujero que Rajoy, tan alarmado por la economía, dejará en las arcas de nuestra Seguridad Social.

¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!

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Por otro lado y después de muchos meses de muertes de inocentes, dejación y dudas, se ha consumado lo que muchos europeos contemporáneos jamás pensamos ver: la incapacidad de dar respuesta a una grave crisis de refugiados que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de los horrores bélicos, políticos, económicos…
El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor  y el sonrojo. Incluso varias ONG como Médicos Sin Fronteras o ACNUR, han suspendido todas sus actividades en el centro de registro de refugiados por entender que se ha convertido en un centro de detención.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!

2 comentarios:

  1. No se puede hacer usted una idea exacta de la “pesadumbre” que me invade al no haber estado más pendiente de su –como siempre– “inteligentísima, argumentada y bien estructurada” contestación. Le pido disculpas por enésima vez y confío que encuentre usted razonable y justificada mi tardanza en la contrarréplica, pues me encontraba asistiendo a un congreso profesional. Y es que, mientras usted aplica su tiempo y su esfuerzo en intentar sembrar la rencorosa semilla de una ideología populista, yo procuro ampliar mis conocimientos, que se hallan orientados a tratar de mejorar la salud de todas las personas.

    Me doy perfecta cuenta del escozor que le ha causado mi comentario anterior y lo comprendo: siempre es doloroso que se ponga el dedo sobre la llaga. Y no crea que para eso haya de ser muy necesario mi comentario ni ningún otro, porque usted solito, con sus intervenciones, pero también con sus silencios, se basta y se sobra para ponerse en evidencia.

    Pero, por el amor de Dios, no pretenda usted insultar la inteligencia de nadie queriendo hacer creer que esas manifestaciones suyas hechas tiempo atrás son, en modo alguno, unas declaraciones de repulsa o de condena de los actos de terrorismo ni de solidaridad con las víctimas. Yo no me pondré aquí a realizar un análisis pormenorizado de lo que usted escribió (hace ya unos meses, y no recientemente, por cierto), aunque invito a cualquiera a que las lea y saque sus propias conclusiones pero, en serio, no intente tomarnos el pelo, que ya son ustedes demasiados tratando de hacer lo mismo. Leyéndoles a ustedes nunca se tiene claro quiénes son realmente las víctimas. Será por eso que no desean sumarse al pacto antiyihadista.

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  2. Usted, si quiere, me puede acusar de bajeza moral, de demagogia, de retorcido, de totalitario, de todo lo que usted desee –curiosamente siempre acusan ustedes de unos defectos de los que ustedes mismos parecen ser los auténticos dueños y unos grandes expertos, no sé si se había dado cuenta. Así demuestran su talante con quienes expresan un modo diferente de pensar–, no se preocupe, le decía, que no me ofende usted. Tampoco me ofende cuando se rebaja hasta llegar al insulto personal y me llama indecente; en primer lugar, porque no lo soy y, en segundo lugar, porque viniendo de alguien como usted, ese pretendido insulto se torna en un halago. Mire, para que pueda llegar a molestarme a mí con sus malos modos, tendría que crecer usted moralmente muchísimo, y dudo que lo consiga.

    Así que, recapitulemos:

    Yo no utilizo el terrorismo, ni retuerzo mis argumentos, ni me muestro totalitario en mis conjeturas. Me he limitado a señalar –después de haber transcurrido varios días– la ausencia de condena, repulsa o condolencia en esta página por unos recientes y graves actos de terrorismo, en contraposición con su enérgico alegato (recuerde: “crimen espantoso”) insertado en contra de la tauromaquia, algo a lo que ya comenté que yo también soy contrario.

    Si denunciar la ausencia de condena de un acto terrorista fuese una muestra de indecencia, casi toda la sociedad sería indecente cuando (y sólo es un ejemplo) se recrimina y se afea a determinados partidos políticos o círculos abertzales por hechos similares. También ellos manifiestan sus “condenas” a su manera, de un modo genérico y nada concreto. Responsabilizan al resto del mundo por la existencia del terrorismo y pocas veces –o ninguna– emiten una frase de condena ni una nota de dolor.

    Mire, usted mismo me lo dijo, y por ahí lo ha dejado escrito; era algo así como “yo elijo sobre lo que quiero escribir” y eso ha quedado aquí meridianamente claro, de modo que usted ya no engaña a nadie que no desee ser engañado. Usted habla sobre lo que le conviene y calla sobre lo que no le interesa hablar, como calla sobre el creciente nepotismo, como calla sobre la incompetencia manifiesta, como calla sobre ciertos indicios de financiación ilegal, como calla ante los desaires y afrentas a ciertas instituciones, como calla ante lo que ocurre en Irán, Cuba o Venezuela, etc, etc. Podría seguir, pero soy consciente de que es como machacar sobre hierro frío. En todo caso, usted ha quedado ya desenmascarado. Sus parciales comentarios aquí se quedan y son una buena prueba de ello pero, como decía más arriba, sólo engañarán a quienes deseen ser engañados. A nadie más. Son digamos, para el consumo propio.

    Yo ya no tengo nada que hacer aquí y –ahora sí– me despido definitivamente, recomendándole un poco más de criterio democrático a la hora de recibir las críticas, si no, no escriba usted en una página abierta a todas las opiniones.

    Antes de salir de este maravilloso sitio de panfletos, me gustaría recomendarles dos últimos enlaces, pues me consta que usted no estará muy dispuesto a hacer mención alguna sobre estos asuntos (Ahhh, si se tratase de otros):

    http://www.elmundo.es/opinion/2016/03/25/56f4343022601d11438b45f0.html

    http://www.elmundo.es/opinion/2016/03/31/56fc1bc5268e3e2c198b4600.html

    Una última petición: Le ruego que deje ya de editar y corregir sus respuestas. Desearía que mis contrarréplicas no perdiesen el sentido que tenían cuando las publiqué.

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