lunes, 25 de abril de 2016

Pero, en serio, ¿la inflación es beneficiosa?

La inflación, un sinsentido
Pérdida de poder adquisitivo del dólar. Un sinsentido
A pesar de que esta entelequia se alimenta desde el poder, la inflación nunca es buena y por eso muchos economistas la llaman “el impuesto de los pobres”, ya que disminuye la capacidad de consumo y reduce el nivel de vida de los más desfavorecidos. Quienes la apoyan afirman que si existe demanda de un producto los precios tienen que subir. ¿Por qué?, ¿para hacerse más ricos? Ya se harán porque venderán más, no necesitan subir los precios y así evitarán entrar en el círculo vicioso en que, al aumentar los precios, los sindicatos reclamarán subidas salariales para no perder poder adquisitivo mientras los empresarios acusarán a los sindicatos porque la subida de salarios les obliga a subir los precios. Y este sinsentido, ¿a quién beneficia? A la Banca, porque es más difícil terminar de devolver los préstamos, y al Gobierno de turno que echa la culpa al empedrado y así, sin subir los impuestos, recauda más. Como el dinero ve esfumarse su valor, lo mejor es gastarlo generando una fiebre consumista descontrolada e innecesaria que hará aumentar la producción de bienes. En este fregado, muchas empresas querrán ganar más y más y lo harán subiendo precios alegremente, contribuyendo así a disparar la inflación y a la merma del poder adquisitivo de los ciudadanos. De este modo sibilino el dinero pasa, de las manos de los ahorradores, a la de los Bancos Centrales y a las arcas del Estado.
Cuando una compañía retribuye honestamente a sus trabajadores, reinvierte en mejoras y tiene beneficios justos, no necesita subir los precios. Si algún empleado descubre una mejora en productividad, parte de esos beneficios podrán ir a costes de personal sin necesidad de alzar los precios. Por eso, para evitar retrocesos en el nivel de vida, cada vez son más los economistas que manifiestan que la inflación perjudica mucho más de lo que beneficia.

Si ya lo advirtió el economista británico John Maynard Keynes: “Mediante un proceso continuo de inflación, los gobiernos pueden confiscar, secreta e inadvertidamente, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos.”

¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!

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Por otro lado y después de muchos meses de muertes de inocentes, dejación y dudas, se ha consumado lo que muchos europeos contemporáneos jamás pensamos ver: la incapacidad de dar respuesta a una grave crisis de refugiados que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de los horrores bélicos, políticos, económicos…
El indecente pacto que ha acordado la política europea para expulsar a Turquía a los refugiados que llegan a Grecia, es una burla colosal que incumple los principios de derecho internacional por quebrantar las garantías de protección, que Europa tiene obligación de cumplir, como son la Convención de Ginebra y el Estatuto de los Refugiados, porque así lo manifiesta en su artículo 18 la Carta Europea. Todo lo demás es pura patraña. Los europeos decentes nos hallamos sumidos en la consternación, la indignación, el dolor  y el sonrojo. Incluso varias ONG como Médicos Sin Fronteras o ACNUR, han suspendido todas sus actividades en el centro de registro de refugiados por entender que se ha convertido en un centro de detención.
Con esta firma Europa olvida sus raíces cristianas. ¿Cómo entenderemos, a partir de este indecente acuerdo, el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentarán? ¿Estará prohibido ser hospitalario en Europa? A pesar de esta obscena traición a nuestros principios solidarios, nada frenará el flujo si el horror persiste. Seguirán intentándolo una y otra vez.
Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha logrado alcanzar la más altas cumbres de la miseria humana con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!

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