Para no debatir de lo que importa, a muchos les gusta el ruido en las Cortes |
El debate parlamentario es un acto en el que se trata de convencer al contrario mediante la exposición y argumentación de un asunto entre quienes mantienen opiniones diferentes. Los debates pueden ser tensos y, para evitar que la disensión ultraje la institución que se representa, hay que reprimir los ataques y descalificaciones personales. Pero como hay quien prefiere enfangar a debatir con argumentos –porque ni los tiene ni sabe escuchar y solo arenga su monólogo a incondicionales–, el arte del diálogo se marchita.
Con educación se puede decir todo; sin ella se entra en territorio pantanoso, y el riesgo de salir enfangado sin que se escuche lo que se pretende comunicar y consolidar es muy alto. Y temo que, como a muchos les interesa el ruido, este modo de hacer política ha venido para quedarse en espera de buenos oradores.
Con educación se puede decir todo; sin ella se entra en territorio pantanoso, y el riesgo de salir enfangado sin que se escuche lo que se pretende comunicar y consolidar es muy alto. Y temo que, como a muchos les interesa el ruido, este modo de hacer política ha venido para quedarse en espera de buenos oradores.
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