Cuando era niño, allá por los sesenta, se decía que en el año 2000, entonces paradigma del futuro, tendríamos mucho tiempo de ocio porque las máquinas, los “cerebros electrónicos” y los robots harían gran parte de nuestro trabajo. La idea que yo me hacía de ese prometedor futuro pasaba por mantener salarios y disminuir las horas de trabajo conforme se fuera incorporando esa trepidante maquinaria a las fábricas, los tajos o los despachos. De esta forma tan sencilla se mantendría el poder adquisitivo y a los trabajadores ocupados, necesarios en su conjunto para que la economía funcione. El tiempo de ocio lo dedicaríamos a nuestros pasatiempos y a la familia. La sociedad, en general, sería más rica, feliz y satisfecha.
Si bien es cierto que el año 2000 hace tiempo que pasó, no lo es menos que esa esperanza quedó truncada: existen ejércitos de parados y trabajadores precarios en todos los países porque el trabajo está fatal y difícilmente se encuentra y si se encuentra es precario y mal pagado. La realidad actual es ésta, y no porque los sueños de una informática avanzada, los robots o una sofisticada maquinaria no se hayan cumplido, sino porque la ambición del capitalismo neoliberal es ilimitada: no ha querido mejorar la sociedad distribuyendo la riqueza, sino obtener beneficios desmedidos por encima de todas las cosas, de tal modo que las personas han perdido sus empleos mientras han visto, en muchos casos, como sus puestos han sido ocupados por versátiles y rutilantes máquinas. Ellos sabrán, llegará un día en que nadie pueda consumir.
Si bien es cierto que el año 2000 hace tiempo que pasó, no lo es menos que esa esperanza quedó truncada: existen ejércitos de parados y trabajadores precarios en todos los países porque el trabajo está fatal y difícilmente se encuentra y si se encuentra es precario y mal pagado. La realidad actual es ésta, y no porque los sueños de una informática avanzada, los robots o una sofisticada maquinaria no se hayan cumplido, sino porque la ambición del capitalismo neoliberal es ilimitada: no ha querido mejorar la sociedad distribuyendo la riqueza, sino obtener beneficios desmedidos por encima de todas las cosas, de tal modo que las personas han perdido sus empleos mientras han visto, en muchos casos, como sus puestos han sido ocupados por versátiles y rutilantes máquinas. Ellos sabrán, llegará un día en que nadie pueda consumir.
Seamos realistas, pidamos lo imposible |
Visto lo visto tendremos que ponerle remedio. Como en la pintada parisina de Mayo del 68 habrá que ser realista y pedir lo imposible, y dado que el capitalismo es codicioso, lo que hay que hacer es sencillo: ponerle coto y que las máquinas paguen las cotizaciones y el desempleo de las personas que se ven arrojadas al paro, pero no hasta que se jubilen, sino para siempre. De este modo, los jóvenes que deberían ocupar esos puestos vacantes por jubilaciones, podrán tener un futuro esperanzador ya que una máquina estará cotizando por ellos y costeando su paro.
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