¿Izquierda incuestionable?

 

En la izquierda se halla la grandeza moral

No, claro. La izquierda es imperfecta, faltaría más. Falla porque actúa, porque hace. La derecha, no cambia ni mejora nada; no innova, no crea, es estática: «Que todo siga como está, que a ricos y poderosos nos va bien». Es más, si actúa, involuciona y recorta derechos a ciudadanos e impuestos a ricos.
Sé muy bien dónde está la empatía, la sensibilidad, la justicia social, el progreso, la grandeza moral, el debate inteligente o las libertades. Y sé muy bien quiénes son sus antagonistas.
Para no añadir ruido al ruido que montan los medios de comunicación de la caverna, la mayoría, no suelo malgastar energías en criticar a la izquierda. Una vez se triunfe sobre las injusticias y desigualdades de este mundo, ya criticaré los fallos –al poder hay que cuestionarlo– que seguro tendrán quienes mejoran las cosas para erigir un mundo más justo.
No todos los políticos son iguales, es obvio: progresistas que hacen avanzar el mundo, contra conservadores que blindan su dorado mundo de privilegios.

Feijóo como Casado

 

Feijóo y su PP anhelan que España se hunda para tocar poder

Feijóo, como hacía Casado, se fue por segunda vez de cruzada a Europa a contar fakes y hablar mal de España para sembrar dudas. Allí, cuestionó la gestión que hace el Gobierno de los fondos europeos y la excepción ibérica, a pesar de todas las evidencias que avalan que la medida, envidia de europeos, ha logrado bajar considerablemente la tarifa de la luz. Hasta la misma UE está estudiando su implementación general. Echado al monte, Feijóo tergiversa para dañar, polemizar, alimentar el conflicto con antipolítica y sabotear los engranajes, haga bueno el Gobierno o haga malo. Nada nuevo, continúa con la misma táctica del PP: «Que caiga España que ya la levantaremos nosotros» (Montoro).
En ningún otro país de la UE el jefe de la oposición es tan perverso que quiere que su país no funcione. Es desolador. Ya está bien de desleales patriotas “constitucionalistas” que denigran su patria en el extranjero para erosionar la confianza internacional en nuestro país.

No tenséis la coalición

 

Con discrepancias estériles, no dilapidéis vuestros grandes logros

Dicen que las coaliciones se rompen a finales de la legislatura. ¿Por qué? Aunque a menudo haya sucedido así, no es el camino.
El tiempo, para dejar buen sabor de boca, se agota. No atirantéis las discrepancias y pasmad a todos los que sostienen que los gobiernos de coalición rivalizan para marcar territorio. No, no erosionéis la esperanza, no dilapidéis vuestros grandes logros, no espantéis a vuestro electorado con desacuerdos estridentes. Tenéis que ser el eje vertebrador del progresismo. Sin entrar en broncas, comunicad exquisitamente vuestro proyecto de futuro.
Si iniciáis hostilidades y abrís fisuras, llegará al poder la derecha extrema aliada de la ultraderecha. La izquierda debe evitar su ascenso al poder. No lo permitáis con vuestra actitud. ¿Os imagináis en esta compleja coyuntura cuáles serían sus medidas para proteger al poderoso?
Demostrad que hay otra forma de hacer política y seguro que a todos nos irá bien; si no, habrá abstención que aupará a la derecha. Mirad Italia.

De mamadas y machistas

 

La derecha debería abandonar la caverna de una vez por todas

En el Parlamento cántabro, el diputado del PP Pedro Gómez, se dirigió a una diputada para decirle que «no sabes de lo que hablas. Para saberlo, hay que mamarlo, y tú no lo has mamado nunca. Tú habrás mamado otras cosas, pero esto no».
Cuando una mujer pone nerviosa a la derecha y se sale del universo estereotipado que reserva para ellas, se le funde el cerebro y, sin poder evitarlo, mana desde lo más insondable y oscuro de su sistema límbico, su connatural forma de pensar.
¿Habría dicho lo mismo o se habría mostrado tan gallito si hubiese sido un hombre a quién se dirigía o solo es grosero y se envalentona con ellas?

¿Por qué los jueces no deben elegir jueces?

 

Hay que acabar con el clasismo tradicionalista judicial

El CGPJ es el órgano de gobierno de uno de los poderes del Estado. Según la Constitución española, todos los poderes del Estado emanan del pueblo; ergo deberán ser los representantes del pueblo soberano, las Cortes Generales, quienes elijan a sus miembros conforme a lo expresado en las urnas. Así está mandatado, y es justo.
Venimos de una cruel dictadura de la que salimos con una pusilánime reforma –la única posibilidad tangible– y no mediante una ruptura total con aquella tiranía.  Los jueces permanecieron en sus cargos. A día de hoy, preparar oposiciones a la judicatura sigue requiriendo tiempo, esfuerzo y recursos que no todos pueden costearse. Y, por venir de familias adineradas afines al franquismo, la judicatura cuenta con una amplísima mayoría de efectivos de ideología conservadora y sus fallos, en demasiadas ocasiones, están contaminados de un tinte tradicionalista. Un sistema justo de becas, para que todos tengan acceso, podría poner fin a la polémica y al eterno clasismo judicial.

No solo pitidos y abucheos

 

No se puede envenenar la política como continúamente hace el Partido Popular

Cuando la oposición contumazmente sostiene que «el Gobierno es ilegítimo» y afirma que Sánchez no debería ser presidente, se abre el camino a incendiar las calles.
En el PP, como siempre que pierden el poder –ya lo hicieron con Zapatero– y a pesar de haber ido a colegios de pago, se evidencia la deplorable educación institucional repitiendo que Sánchez es «traidor, okupa, felón, incapaz, ilegítimo, ridículo, ególatra, caudillista, mediocre…» y mil groserías más. Las primeras planas de la prensa de la caverna también contribuyen al descalabro democrático.
Cuando los “mucho patriotas” se abonan con este estiércol, el odio brota –de momento– en forma de insulto. No es libertad, es irresponsable gesto antidemocrático que se impone y extiende cuando el PP pierde el poder.
Aunque abucheos y silbidos son inherentes al cargo, los insultos jamás. El marco, tampoco. O ¿desean convertir rey, bandera, himno y 12 de octubre en símbolos partidistas? ¿Qué patria quieren? ¿Una donde no cabemos todos?

Por el buen camino

 

La fiscalidad en España es injusta. Debe cambiarse

El nuevo paquete fiscal establece que las grandes fortunas retornen a la sociedad parte de lo que de ella obtienen. Es un primer paso; pero queda mucho por hacer. España tiene un problema de ingresos, no de gastos. La presión fiscal es del 38,7 % del PIB frente al 46,4 % de la media de la eurozona. Y por eso Europa nos urge a hacer reformas que aumenten los ingresos obteniéndolos de los ricos, sean empresas o particulares. Malas noticias para el PP que tendrá que volver a rectificar.
El mejor garante de la paz social es una justicia fiscal redistributiva de la riqueza. La reforma definitiva debe contemplar la eliminación del IVA –el impuesto más injusto que todos pagamos por igual– salvo en artículos de lujo, un IRPF muy escalonado –cuantos más tramos, más ético– y que ninguna persona física pueda tributar jamás a través del impuesto de sociedades patrimoniales; es decir: las rentas de patrimonio, como las del trabajo.
Con buenos servicios –no con la bandera– se hace patria. ¡A por ello sin dilación!