Absolutamente insensibles las declaraciones de Mario Vargas LLosa respecto al maltrato animal |
Se congratula el Premio Nobel de literatura (El País, 1/03/2020) de que el Tribunal Constitucional de Perú rechace prohibir, como pedían los «fanáticos animalistas», los toros y las peleas de gallos porque es tradición y «esencial de su cultura» y, en un discurso que nada tiene que envidiar al de Vox, añade que detrás de todo ello «está el desprecio por la libertad» porque se pretende «domesticar el pensamiento y la libre elección de los ciudadanos». Además, en una pirueta desatinada, compara el lacerante coso taurino con una «sala de conciertos o un ballet».
No podía creer que este pensamiento tan pueril, insensible y faltón brotara de la ilustre mente y brillante pluma de un exponente del “boom latinoamericano” y merecido Premio Cervantes.
Don Mario, creo que lo fanático es tratar de justificar como espectáculo festivo la tortura de un animal para buscar el propio divertimento. Los animales, al igual que usted y yo, son seres vivos que sufren y sienten dolor. Es ridículo argumentar que es tradición, pues en las plazas públicas de muchos países y en su nombre se justifica la mutilación de manos a rateros o el inmisericorde azote y lapidación de mujeres acusadas de adulterio. Asimismo, perplejo me dejó su desatino al utilizar la palabra “libertad” para defender la tauromaquia –vestigio de un cruel pasado– como si al toro o al gallo le concedieran capacidad de elección entre ser torturados y finalmente ejecutados en un enfrentamiento desigual o seguir con su vida.
Salvo que queramos involucionar hacia una sociedad bárbara, no es tolerable convivir con la crueldad, la violencia o la tortura. Debería entender que otro mundo sin salvajismo, ensañamiento y tormento ejercido gratuitamente hacia seres indefensos es posible y deseable, y que, con total seguridad, la diversión se encuentra muy alejada del suplicio.
Ya lo dijo el poeta francés Alfonso de Lamartine: «La brutalidad contra un animal es crueldad hacia la humanidad, lo único que cambia es la víctima».
No podía creer que este pensamiento tan pueril, insensible y faltón brotara de la ilustre mente y brillante pluma de un exponente del “boom latinoamericano” y merecido Premio Cervantes.
Don Mario, creo que lo fanático es tratar de justificar como espectáculo festivo la tortura de un animal para buscar el propio divertimento. Los animales, al igual que usted y yo, son seres vivos que sufren y sienten dolor. Es ridículo argumentar que es tradición, pues en las plazas públicas de muchos países y en su nombre se justifica la mutilación de manos a rateros o el inmisericorde azote y lapidación de mujeres acusadas de adulterio. Asimismo, perplejo me dejó su desatino al utilizar la palabra “libertad” para defender la tauromaquia –vestigio de un cruel pasado– como si al toro o al gallo le concedieran capacidad de elección entre ser torturados y finalmente ejecutados en un enfrentamiento desigual o seguir con su vida.
Salvo que queramos involucionar hacia una sociedad bárbara, no es tolerable convivir con la crueldad, la violencia o la tortura. Debería entender que otro mundo sin salvajismo, ensañamiento y tormento ejercido gratuitamente hacia seres indefensos es posible y deseable, y que, con total seguridad, la diversión se encuentra muy alejada del suplicio.
Ya lo dijo el poeta francés Alfonso de Lamartine: «La brutalidad contra un animal es crueldad hacia la humanidad, lo único que cambia es la víctima».