Hay que acabar con los paraísos fiscales |
Nada nuevo bajo el sol: Los ricos evaden impuestos, las grandes empresas pagan poco, la ingeniería financiera está en auge… ¿A quién le extraña? Vivimos un capitalismo poco solidario, con herramientas evasoras y legislaciones internacionales y nacionales que protegen a los poderosos mientras consiente bancas opacas en países con fiscalidades meramente testimoniales. Sin ir más lejos, mientras Europa considera a Bahamas paraíso fiscal, aquí en España el PP lo quitó de la lista el año pasado. Si no existe voluntad política universal de cambio, nunca acabaremos con la injusticia.
Pero en la era de internet no existen secretos. A veces se filtra a la prensa información confidencial y, tras un arduo trabajo de verificación, los periodistas lo difunden caiga quien caiga.
Permanezcan inquietos, pues, quienes no cumpliendo con sus deberes ciudadanos, además de en Panamá y Bahamas, tengan cuentas y empresas en cualquiera de los otros 35 paraísos fiscales, porque más temprano que tarde su nombre saldrá a la luz y brillará la verdad. Y no lo digo yo, lo vaticinó el médico y pensador español Gregorio Marañón: “La semilla de la verdad puede tardar en florecer, pero al final florece, pase lo que pase”.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
¿Cómo debemos entender el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentan? ¿Nos prohibirán ser hospitalarios? Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha alcanzado las más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!
Pero en la era de internet no existen secretos. A veces se filtra a la prensa información confidencial y, tras un arduo trabajo de verificación, los periodistas lo difunden caiga quien caiga.
Permanezcan inquietos, pues, quienes no cumpliendo con sus deberes ciudadanos, además de en Panamá y Bahamas, tengan cuentas y empresas en cualquiera de los otros 35 paraísos fiscales, porque más temprano que tarde su nombre saldrá a la luz y brillará la verdad. Y no lo digo yo, lo vaticinó el médico y pensador español Gregorio Marañón: “La semilla de la verdad puede tardar en florecer, pero al final florece, pase lo que pase”.
¡Ay, Carmena! ¡La que estás liando!
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El pasado 20 de junio se celebró el día mundial del refugiado. Europa, para conmemorarlo, contó con poco más que miles de muertes de inocentes acaecidas durante su intrincado éxodo porque, olvidando sus raíces solidarias, ha sido incapaz de dar respuesta a la grave tragedia humana protagonizada por personas que huyen, al igual que nosotros en el pasado, de horrores bélicos, políticos, económicos… Los movimientos migratorios que se han producido a lo largo de los tiempos, y que ahora presenciamos exponencialmente agravados en la aldea global, son imparables. No hay “efecto llamada” sino “efecto huida de la miseria y del horror de la guerra”. Y sean cuales sean las vergonzantes medidas disuasivas que implanten los gobiernos de cualquier rincón del mundo, no existe, ni existirá, fuerza capaz de detener la tremenda acometida de la desesperación humana: para el que todo está perdido, no hay más que perder.¿Cómo debemos entender el concepto de ciudadanía europea? ¿Qué valores nos sustentan? ¿Nos prohibirán ser hospitalarios? Dos certezas se instalan en mi conciencia para defender a los refugiados: Nadie deja atrás sus raíces, su familia, sus amigos, su país, sus seres queridos, la tierra que le vio nacer, porque sí. Usted que me lee en este preciso momento, y yo, haríamos lo mismo en idénticas circunstancias: buscar lo mejor para nuestras familias.
Parafraseando a Groucho Marx: “Europa, partiendo de la nada, ha alcanzado las más altas cumbres de la miseria intelectual con su único esfuerzo”.
Me niego a aceptar este despropósito. ¡Qué descomunal deshonra para esta decrépita, acomodada e hipócrita Europa!