Trump insiste en armar a los profesores: es el negocio, amigo |
En EE.UU. hay más armas que habitantes, y más matanzas que en ningún otro país. Hace unos días, en un colegio de Uvalde (Texas) asesinaron a 19 niños y 2 maestras. Hace poco, a 4 personas en un hospital. Y, hace menos, un tiroteo en una iglesia causó 3 muertes. Pero, tras las carnicerías las acciones de las empresas fabricantes de armamento suben en el mercado sabiendo que la gente, ante la posibilidad de limitar su compra, sale en masa a adquirirlas. ¡Qué mundo!
Mientras, la Asociación Nacional del Rifle argumenta el derecho de todo ciudadano a portar armas en cualquier lugar. Sí, en cualquier lugar, menos en el salón central de actos de su convención donde Donald Trump afirma que hay que armar a los docentes. Los escolares, al desarrollar su carácter imitan lo que ven, y el profesor no escapa a la norma. ¿Qué referente será el maestro si se transforma en pistolero? Las armas de un educador deben ser el saber, la palabra, el libro y la tiza; porque, como advertía George Washington, «el ejemplo, sea bueno o malo, tiene una poderosa influencia». Además, si por armar fuese, EE.UU. sería el país más seguro del mundo. No habría matanzas.
En Australia, en 1996 y después de una masacre, se estatuyó un estricto control de las armas de fuego. Desde entonces no se ha repetido tan lamentable episodio y los asesinatos y suicidios con armas han descendido prácticamente a la mitad.
Pero en EE.UU. el lobby armamentista se ha irradiado con tanto vigor por los resquicios del poder financiando sus campañas que dicta las guerras que hay que combatir. Y, con esa potestad, ¿qué menos que bloquear cualquier restricción?
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