Los ciudadanos no necesitamos tutela. Los leones del Congreso tienen que ver y oír |
Teniendo en cuenta que la seguridad del Estado es algo muy diferente a lo que pueda hacer un golfo, la ciudadanía del siglo XXI es capaz de digerir asuntos que afectan a las altas esferas del Estado, y por tanto, las comparecencias a puerta cerrada con carácter reservado, son anacrónicas.
El contribuyente, que paga sus impuestos y costea a quienes lo representan, tiene todo el derecho a saber qué fraudes tejen a su alrededor algunos poderosos para despojarle de hospitales, colegios y pensiones. Por tanto, no necesita tutela y exige transparencia para aclarar las dudas más que razonables que surjan.
Cualquier institución del Estado ha de vestir ropas de cristal y, por eso mismo, el secretismo resulta sospechoso: si no hubiera nada que ocultar, no habría bulo que despejar. Siempre es peor el terremoto que un rumor puede llegar a originar que conocer la verdad por dura que resulte.
El contribuyente, que paga sus impuestos y costea a quienes lo representan, tiene todo el derecho a saber qué fraudes tejen a su alrededor algunos poderosos para despojarle de hospitales, colegios y pensiones. Por tanto, no necesita tutela y exige transparencia para aclarar las dudas más que razonables que surjan.
Cualquier institución del Estado ha de vestir ropas de cristal y, por eso mismo, el secretismo resulta sospechoso: si no hubiera nada que ocultar, no habría bulo que despejar. Siempre es peor el terremoto que un rumor puede llegar a originar que conocer la verdad por dura que resulte.
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