Los jubilados tendremos que pedir limosna |
Dejar de trabajar es una gozada. No lo dude: jubilación viene de júbilo. Sin embargo hoy, ese gozo que nos debería proporcionar la jubilación –siempre que no nos arrojen antes al paro–, se tornará amargura si en lugar de cumplir los sueños que tenemos para esa etapa, debemos implorar limosna a las puertas de las iglesias para completar la exigua pensión. Y eso será lo que forzosamente haremos si el Gobierno, en vez de poner remedio, persiste en depreciarla y vendernos las maravillas de los planes privados al tiempo que las empresas, asistidas de la reforma laboral, reducen puestos de trabajo y salarios para incrementar beneficios.
¿Y qué nos salvaría de mendigar? La solución, que probablemente abriría la puerta a la esperanza, sería que las máquinas supresoras de puestos de trabajo, las grandes empresas y los que más riqueza exprimen a la sociedad, contribuyesen porcentualmente como cualquier currante. No hay otra; porque la privación de este derecho será un ataque a la paz social.
¿Y qué nos salvaría de mendigar? La solución, que probablemente abriría la puerta a la esperanza, sería que las máquinas supresoras de puestos de trabajo, las grandes empresas y los que más riqueza exprimen a la sociedad, contribuyesen porcentualmente como cualquier currante. No hay otra; porque la privación de este derecho será un ataque a la paz social.
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