La Declaración de los Derechos Humanos deben escribirse en nuestro ADN, si no se quedará en nada |
Corría 1948 y para tratar de sentar las bases de un nuevo orden internacional que diera respuesta a los trágicos horrores padecidos en la reciente Segunda Guerra Mundial, la Asamblea de las Naciones Unidas reunida en París, aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, derechos inherentes e inalienables a todos sin distinción.
Recuerdo, veintitantos años más tarde, siendo un quinceañero en una lóbrega España en blanco y negro, en los estertores de la dictadura franquista, la emoción que me embargó al caer en mis manos ese maravilloso y agitador canto a la libertad y la convivencia. Creí, con la inocencia de la edad, en la eclosión de una nueva Humanidad.
Hoy, 68 años después de aquel 10 de diciembre de 1948, poco o nada hemos avanzado y su vigencia se hace más necesaria que nunca. Invito a quienes no la hayan leído, se sumerjan en sus 30 artículos, media docena de páginas, y experimenten desde sus primeras y evocadoras líneas su embriagadora agitación: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo…”
Actualmente, para edificar un mundo donde anide la auténtica justicia, debería ser estudio obligado en todas las escuelas del mundo y libro de referencia de todos los dirigentes del planeta.
Recuerdo, veintitantos años más tarde, siendo un quinceañero en una lóbrega España en blanco y negro, en los estertores de la dictadura franquista, la emoción que me embargó al caer en mis manos ese maravilloso y agitador canto a la libertad y la convivencia. Creí, con la inocencia de la edad, en la eclosión de una nueva Humanidad.
Hoy, 68 años después de aquel 10 de diciembre de 1948, poco o nada hemos avanzado y su vigencia se hace más necesaria que nunca. Invito a quienes no la hayan leído, se sumerjan en sus 30 artículos, media docena de páginas, y experimenten desde sus primeras y evocadoras líneas su embriagadora agitación: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo…”
Actualmente, para edificar un mundo donde anide la auténtica justicia, debería ser estudio obligado en todas las escuelas del mundo y libro de referencia de todos los dirigentes del planeta.
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