El clasismo en el PP es algo inevitable |
Para mostrar su desprecio a la “ley trans” y a la del “sí es sí”, un Feijóo clasista en un arrebato de sinceridad le dijo a Sánchez que «dejara de molestar a la gente de bien» –supongo que en contraposición a la “gente de mal”–. Cuando razona así, ¿en quién piensa el líder del PP? ¿En su amigo el narcotraficante Marcial Dorado o en sus excompañeros Rato y Bárcenas?
Este sesudo argumento, daña la convivencia y el futuro de la nación —solo el PP es capaz de satisfacer a la «gente de bien»— y extiende el peligrosísimo fantasma de ilegitimidad sobre quien legisla.
Después de tan radiante instante de naturalidad política, en el que desvela que en su molde de España no caben todos, me surgen dos dudas: ¿Qué hará con la “mala gente”, la que cuestiona su modelo de país de recortes de derechos y libertades y defensa de poderosos? ¿Perteneceré a la “mala gente” por alegrarme de las conquistas de derechos a minorías señaladas y, no hace tanto, avasalladas?
Decía Albert Camus que «toda forma de desprecio, si interviene en política, dispone o instaura el fascismo».