La escuela portuguesa

 

Hay que escuchar lo que dicen las urnas del país hermano

Espero que la izquierda española haya tomado buena nota de las elecciones portuguesas. Tras la negativa de la izquierda a apoyar los presupuestos del Gobierno de Antonio Costa, la ciudadanía la penalizó y premió a los socialistas y su gestión, que ahora cuentan con mayoría absoluta.
Si saben leer, ¿se atreverán los socios de investidura aquí en España, a votar en contra de la reforma laboral que, esta vez sí viene para recuperar derechos y mejorar la vida de los trabajadores? Y el PP y demás partidos que no la apoyen, ¿serán penalizados? Y a Casado, que continúa cuestionando la llegada de fondos europeos hasta hacer saltar a Bruselas para decirle que ya está bien, ¿le pasará factura tanta deslealtad a España?

Quebrantar el séptimo mandamiento

 

La Iglesia debe devolver todo lo registrado sin garantía legal

Mientras la noticia no sea que la Iglesia española se apropió de lo que no le pertenece, sino que devuelve una pequeña parte de lo robado, vamos mal.
De momento reconoce que no eran suyos casi 1.000 de los 35.000 inmuebles que, gracias a una ley de Aznar de 1998, pudo registrar para incrementar su patrimonio con la firma del obispo diocesano y sin probar nada. En su codicioso desenfreno acaparador de bienes terrenales, llegó a escriturar más de 2.000 al año hasta que una seria advertencia del Tribunal de Estrasburgo por no garantizar la seguridad jurídica, obligó a cambiar la ley. Y, a pesar de que los Acuerdos con la Santa Sede de 1979 recogen que la Iglesia «debe lograr por sí misma los recursos suficientes para sus necesidades», algunos de estos inmuebles son explotados con éxito comercial y no pagan impuestos, aunque su mantenimiento corre a cargo del Estado. Otros, incluso se han vendido.
Como sabían lo que hacían, ¿habrá consecuencia penal? Y si la ilegalidad de los registros es patente, ¿por qué no se revierten y es la Iglesia quien demuestra su dominio?
Mucho sermón evangélico, mucha promesa celestial… pero más doble moral y mal ejemplo; como cuando las limosnas de los cepillos se las jugaban en Bolsa.
Es hora de eliminar los privilegios medievales que perpetuó el nacionalcatolicismo.

Bruselas y el "lobby" eléctrico

 

La UE da la espalda a los ciudadanos y mangonea con las eléctricas

La enorme fortaleza que ostentan los lobbies, ha quedado patente al lograr que la UE dé la espalda a la ciudadanía y se pliegue a los intereses de grandes empresas. Primero fue un desolador no a proteger a los europeos ante la brutal escalada del precio de la luz y luego un desconcertante sí a considerar la carcinógena energía nuclear de insostenibles residuos y al altamente contaminante gas natural como verdes, equiparándolas a la solar o a la eólica. Así podrán recibir ingentes cantidades de dinero en ayudas públicas y seguir batiendo récords de beneficios.
Entre las 100 economías más grandes del planeta 69 son empresas y 31 países. El mundo gravita alrededor del dinero, y el dinero es poder. Los lobbies sufragan a grupos de presión para controlar el poder y doblegar leyes que promuevan políticas que favorezcan sus intereses y conquistar sus metas crematísticas. Para lograrlo, con vehemencia y falsedades, desacreditan y atacan a quienes se oponen a sus planteamientos.
Nada nuevo: desde hace siglos el dinero ha untado al poder para obtener favores con los que generar más dinero; y el poder ha usado la mordida para ampliar su cuota de dominio y riqueza. Lo triste es que Europa se apunte a este hediondo mangoneo. ¿Qué desvergüenza será la siguiente?

La desigualdad galopa sin novedad

 

La desigualdad creciente no es noticia; lo contrario, sí

Un informe de Oxfam desvela que la riqueza de los 10 hombres más acaudalados del planeta se ha duplicado durante la crisis de la covid, al tiempo que el 99% de la humanidad empeora su condición. En la recesión de 2007 de las “subprime”, ocurrió igual. Y cuando todo va bien, más de lo mismo. Cáritas también confirma la desigualdad en España.
Como los ricos demuestran ser todoterrenos blindados que aumentan su caudal independientemente de cómo fluctúe la economía, mientras la justicia fiscal sea inútil o inexistente, esto no debería ser noticia. Es así.
La primicia será cuando los opulentos –el 1%– devuelvan, mediante un sistema fiscal progresivo y eficaz en recaudar, parte de lo mucho que obtienen del resto del planeta.

Si se suma a ricos y grandes empresas, se eleva el gasto social, se busca un reparto proporcionado y se legisla para lograr trabajos con salarios dignos, ascenderemos un peldaño en la consecución de un mundo más honesto y solidario que forjará una humanidad más igualitaria.

Downing Street era una fiesta

 

Downing Street, con Boris Johnson, era la fiesta del despotismo

En lo más doloroso de la pandemia, con elevadas cifras de muertes, hospitales colapsados, restricciones y una población confinada y angustiada, en el 10 de Downing Street, Boris Johnson y su entorno celebraban fiestas –difícil encontrar un día que no– en las que, considerándose intocable, entre trago y trago, el poder se le subió a la cabeza.
En la era del marketing político, la demoscopia manejada por una mente imprevisible como la de Johnson, resulta nefasta. Este despotismo de creerse invulnerable ocurre cuando a quien entona un discurso fraudulento lleno de sinrazón, despropósito, insolidaridad y confrontación, que saca a Gran Bretaña de la UE, en lugar de expulsarlo o exigirle sensatez, le ríen todas sus ocurrencias.
Johnson piensa que la política no es el arte de gobernar sino la facultad de conservar el poder. Pero en el camino se le cruzaron unas cuantas juergas que ni sus partidarios le perdonarán. A veces el sistema engendra monstruos que, tras el estropicio, tiene que devorar.

Madrid, ¿maltratada o maltratadora?

 

Ayuso, una neoliberal nacionalista que solo busca la confrontación

Es paradójico que la comunidad más adinerada de España, la que por su capitalidad atrae empresas y riqueza, es la que tras décadas de gobiernos de derecha con bajadas impositivas a sociedades y ricos –migajas al resto–, menos invierte en educación y sanidad –ambas a la cola en inversión por habitante y año de España y más de 800.000 pacientes en lista de espera–.
De nuevo, su presidenta Ayuso –Casado también se sube al carro– utiliza el mantra «del reparto arbitrario» de los fondos europeos y «del maltrato en los presupuestos» y pide que «la reforma de la financiación no suponga un agravio para Madrid», al tiempo que, para mejorar su paraíso fiscal, se aprovecha de su privilegiada singularidad, y anuncia cada semana más bajadas de impuestos por pura y dura ideología neoliberal en lugar de mejorar servicios.
Como gran nacionalista populista, alimenta la llama del victimismo denunciando que otras comunidades reciben más que Madrid y solicita recibir más dinero. ¿Para qué? ¿Para bajar más los impuestos? ¡Venga ya!
La solidaridad entre regiones es algo que contempla nuestra Constitución y, basándose en ello, la más rica debe aportar más.
No se preocupe, señora Ayuso, no habrá agravio. Tan solo justicia fiscal constitucional. Al menos eso espero; porque usted sí que maltrata a toda España y a los madrileños no acaudalados.

Engordar el “bulo” alimenticio

 

Las macrogranjas contaminan agua y suelo y alimentan el maltrato animal

La sinrazón del furibundo ataque que ha recibido el ministro Garzón es tan interesado, terco, falso, forzado e irracional que no puedo callar. Garzón solo ha dicho lo que Europa –que nos ha abierto un expediente sancionador– reclama. Los que le atacan desdeñan la ganadería tradicional y empoderan las macrogranjas –fábricas de carne de peor calidad–.
Cuando la mayoría de pueblos ganaderos se oponen a las macrogranjas por dañar el medio rural, ¿a qué tanta manipulación? Los purines contaminan las aguas del subsuelo, los fertilizantes saturan el suelo y los animales están inflados de antibióticos y estresados a golpe de ley. En cuanto al maltrato, basta ver cualquier telediario para juzgar.
Si escarbas un poco, la derecha opina que Garzón tiene razón; pero que siendo ministro no puede decirlo y es inoportuno. ¿Estamos de coña o qué? O sea, ¿no mires arriba no sea que veas la verdad? La ciencia es clara: comer carne aumenta el riesgo de cáncer colorrectal. La solución: comer menos carne, más legumbres, y defender la ganadería extensiva tradicional que es más sostenible y saludable.
Y ahora, señor Garzón, promueva el cambio.