Residencias: Casado tiene razón

Pablo Casado o el arte de la manipulación y crispación

No me gusta entrar en la dinámica implantada por el Partido Popular de usar los muertos en política. Pero, en esta ocasión, no me queda más remedio que admitir que, por primera vez y sin que sirva de precedente, Pablo Casado no miente cuando dice que «donde más fallecidos hubo fueron en comunidades autónomas en las que el Partido Popular no gobernaba». Insisto, por una vez dice la verdad, porque 9.472 son los fallecidos en las 5 comunidades que gobierna el PP, y 10.077 en las otras 12 que gobiernan otras formaciones. Asimismo, le reconozco el valor exhibido al aceptar con esta afirmación, aunque de forma indirecta, lo que tantísimo tiempo y esfuerzo ha gastado en negar: que la responsabilidad de las residencias recaía en la comunidad autónoma.
Categóricamente: Casado no miente, solo engaña.

De mascarillas e irresponsables

La gran irresponsabilidad de algunos, nos ponen en riesgo a todos. (Cartel de malditas.es en una parada de autobús)

No hace ni 7 horas que concluyó el estado de alarma. Salgo a caminar con mi perra. Hasta que llegamos a las afueras, nos cruzamos con grupos de jóvenes sin mantener el distanciamiento social y sin mascarillas. Regresan de algún botellón, supongo.
Al pasar por Ciudad Universitaria y la Dehesa de la Villa, contemplo restos de macrobotellones que, deduzco por lo observado, se habrán celebrado con irresponsabilidad. No auguro nada bueno.
La mascarilla, correctamente colocada, cubriendo nariz, boca y barbilla, debería ser obligatoria en ciudades y pueblos de más de 20.000 habitantes, por ser imposible mantener en sus aceras, la distancia mínima, que no es más que una coartada para quitársela. Los corredores, no todos, pero sí la mayoría, te pasan rozando y jadeando, cuando no tosiendo y escupiendo.
Yo, que llevo puesta la incómoda mascarilla, no contagio; pero a mí, estos insensatos, sí me pueden contagiar. Hay que aplicarse en poner multas, de lo contrario, lo lamentaremos. Tiempo al tiempo.

Cumbre empresarial

Estas preclaras mentes no proponen nada, salvo lo de siempre

La élite empresarial que participa en la cumbre organizada por la CEOE, debería hacer reflexionar a aquellos que querrían situarlos al frente de nuestra nación. En las brillantes disertaciones de tan deslumbrantes mentes que con toda atención hemos escuchado, no asoma ni una sola iniciativa, ninguna propuesta que nos impulse a remontar. Nada con chicha, solo vaguedades y obviedades: insisten en su sabido "no" a la reforma laboral –la de la miseria y la precariedad–, su atronadora negativa a la subida de impuestos a las grandes fortunas, su evidente "sí" a la extensión de los ERTE, su diplomática llamada al consenso –exhorten al PP–, más ayudas y ningún sacrificio. Todo ello para seguir teniendo bien cubierto el riñón mientras, de nuevo, rescatamos sus empresas con paladas de dinero público.
Menos cumbres empresariales vacuas de autocomplacencia y más centrar el foco en la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso. Allí es donde se encuentra la auténtica legitimidad.

Pandemia, refugiados y silencio

Una familia de refugiados en un campo combaten como pueden el frío. Al fondo, la covid-19 acecha (Montaje con foto cortesía de fotomovimiento.org)

Suponga que huyó de una guerra con su familia y solo lo puesto. En su particular éxodo superó vicisitudes y tragedias inimaginables. Ahora se encuentra férreamente confinado en un campo de acogida –un gueto, en realidad– abarrotado de familias como la suya y hacinado sin poder mantener el distanciamiento social. A la escasez de alimentos, medicinas, agua y ropa, se suma la falta de esperanza. El polvo, el barro, el frío, el calor y la suciedad son el pan de cada día. Lavarse las manos para no contagiar ni ser contagiado, es una quimera. Denuncian las oenegés que en Moria (Grecia) existe un grifo por cada 1.300 personas y el jabón es un lujo inasequible. Cada uno puede usar el grifo durante 66 segundos al día para beber, prepararse la comida y asearse.
Estos seres humanos, ya eran vulnerables antes de la covid-19, pero ahora viven un infierno difícil de entender desde las comodidades de nuestro hogar. Son vulnerables al cuadrado y el abismo de una Europa indiferente se abre ante ellos.

 

20 de junio Día Mundial del Refugiado

¿Patriotismo? No, rencor

Al Partido Popular le da igual dañar a España con tal de llevarse por delante al Gobierno

A aquellos que se autoproclaman patriotas, los «muy españoles y mucho españoles», no les tiembla el pulso en perjudicar a España, si con ello desgastan a su rival político y por eso reclaman a Europa endurecer los controles a quien solicite recibir fondos de ayuda.
Endurecer los controles, dejando eufemismos a un lado, significa poner restricciones reales a la llegada de un dinero que beneficiaría a todos los españoles, incluyendo a los votantes del PP, que es quien se ha sumado al Partido Popular europeo para exigir mayor dureza con las naciones que se acojan a las ayudas por la covid-19.
No doy crédito. ¡Menudo patriotismo! Con esa actitud, contaria a los intereses de España, ¿están preparados para gobernar? ¿Aman a su país?
Rotundamente no nos merecemos este partido irresponsable y antipatriótico que lo único que pretende es derribar al Gobierno, aunque ello suponga dejar secuelas que aneguen nuestra tierra de dolor.
Hace muchísimo tiempo que las acciones del Partido Popular se encuadran en el rencor, no en la política.

Anclados en la prehistoria

La derecha retrógrada, en cuanto a derechos se refiere, nos tendría anclados a la prehistoria

Hablemos claro: La izquierda, con el fin de avanzar, siempre ha luchado por un Estado de bienestar de libertades e igualdad que se financie con políticas fiscales progresivas. Por eso las grandes leyes, las que de verdad cambian la vida y logran que los países evolucionen, han llegado de su mano: divorcio –de la UCD, aunque mejorada por la izquierda en 2005 con la derecha arrastrando los pies–, aborto, antitabaco, igualdad de género, violencia de género –que el PP criticó con dureza y al ver el apoyo de la calle se la quiso atribuir–, dependencia –con lamentos del PP–, carnet por puntos, matrimonio homosexual, memoria histórica o maltrato animal entre otras, fueron aprobadas mientras la caverna metía palos en las ruedas y en muchos casos incendiaba la calle.
Ahora llega el ingreso mínimo vital, otro gran avance con la oposición del PP, si bien por cálculos electorales votó a favor in extremis. Y, en poco tiempo, las esperadas leyes de eutanasia y transición ecológica también verán la luz con la bronca de la caverna.
Si fuese por el PP, aunque la convivencia fuera un infierno, permaneceríamos casados toda la vida, teniendo hijos no deseados, los fumadores continuarían dañando la salud a terceros, la mujer se quedaría “en casa con la pata quebrada”, los discapacitados las pasarían canutas, habría más accidentes de tráfico, los LGTBIQ seguirían indefensos, Franco continuaría siendo el “centinela de Occidente”, los animales sufrirían aún más, moriríamos con suplicio, la contaminación machacaría planeta y pulmones y la renta mínima jamás se habría planteado.
Sin duda, estaríamos anclados en la prehistoria.

Lamentos de un paraíso fiscal

La derecha neoliberal, la que baja impuestos a los ricos, se queja de no tener dinero

Díaz Ayuso, que a finales de febrero afirmó sobre la covid-19 que «lo peligroso es el miedo para un virus con síntomas menores que los de la gripe», se queja del «insuficiente» reparto de 16.000 millones no reembolsables que hace el Gobierno, y reclama más para cubrir personal y material.
Ayuso sabe que la Comunidad que preside es un refugio fiscal dentro del territorio español, y que por las políticas neoliberales de su partido, el PP, además de haber vaciado los servicios públicos para subcontratar privado, amplía la desigualdad entre comunidades –algo que la derecha siempre censura– atrayendo a las grandes fortunas y a sus empresas, exonerándolos de pagar patrimonio por estar bonificado al 100% –sucesiones y donaciones al 99%– y perjudicando al resto de España que ve cómo sus acaudalados contribuyentes se marchan a la capital. Debería abandonar su fariseísmo de confrontación, no quejarse tanto y subir los impuestos, tan necesarios para mantener unos servicios públicos de calidad.