Europa, tras la salida de Reino Unido, debe renovarse o morir. |
Observo amargamente que, 60 años después de su fundación, la desafección ciudadana por las instituciones europeas ha alcanzado su máximo. Y la responsabilidad no es precisamente de los que hemos visto esfumarse nuestros anhelos, sino de los gobernantes que, con sus políticas de austeridad y recortes de derechos y libertades, han aumentado la desigualdad y menoscabado años de conquistas sociales. Ellos son los únicos culpables.
Muchos desearíamos una Europa unida, solidaria y no egoísta y entendemos que la UE es el camino, pero percibimos la brújula de poderosos grupos de presión marcando el rumbo. Si los políticos quieren revertir el recelo de los europeos, deberán gobernar para estos y ampararlos. Al fin y al cabo los países son las personas y no las empresas ni lobbies que las representan. Si no lo logran, será perjudicial para todos porque crecerá el número de los desafectos.
Tras su sexagésimo aniversario, Europa tiene ante sí un gran reto: renovarse, de verdad, o morir.
Muchos desearíamos una Europa unida, solidaria y no egoísta y entendemos que la UE es el camino, pero percibimos la brújula de poderosos grupos de presión marcando el rumbo. Si los políticos quieren revertir el recelo de los europeos, deberán gobernar para estos y ampararlos. Al fin y al cabo los países son las personas y no las empresas ni lobbies que las representan. Si no lo logran, será perjudicial para todos porque crecerá el número de los desafectos.
Tras su sexagésimo aniversario, Europa tiene ante sí un gran reto: renovarse, de verdad, o morir.