Es más de lo mismo. Lo de siempre. Lo que se viene denunciando desde hace lustros. La sociedad más injusta gana enteros según denuncia el último informe de Oxfand Intermón con un título revelador: “Una economía al servicio del 1%”. En él manifiesta que la pobreza y la exclusión social en España han aumentado de forma “alarmante” alertando que mientras en el último año el patrimonio de las grandes fortunas nacionales se incrementó un 15%, la riqueza del 99% de la población española cayó un 15%. En 2015, el 1% más rico de la población concentró casi tanta riqueza como el 80% más pobre. Ya sabíamos por Eurostat que España era de los países en los que más ha aumentado la desigualdad desde el comienzo de la crisis, pasando del 32% en 2007 al 35% en 2014, situándose entre los cuatro países más desiguales de la Unión Europea, al haber sufrido los hogares más pobres una pérdida de poder adquisitivo por una reforma laboral nefasta y ayudada por un modelo fiscal cada vez más injusto “que recauda poco de quien más tiene” y distribuye mal lo que recauda.
Y en el mundo más de lo mismo: las 62 mayores fortunas del planeta tienen tanto dinero como la mitad más pobre de la humanidad, 3.600 millones de personas, que se dice pronto. Recuerdo que en 1998 las 225 personas más ricas acumulaban un patrimonio equivalente al que tenían los 2.500 millones de habitantes más pobres de la Tierra, es decir el 47% de la humanidad.
Son datos escandalosamente esclarecedores que, a quien tenga ojos y quiera ver, muestran nítidamente lo qué está sucediendo mientras nos olvidamos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclama el derecho a un nivel de vida adecuado para la salud y el bienestar de todos. Asimismo, y con el fin de que el hombre no se crea merecedor del derecho utópico de poder disfrutar ilimitadamente de estos privilegios, establece que éstos se verán limitados por el reconocimiento de los derechos y libertades de los demás, así como por los requisitos de moralidad, orden público y bienestar general.
Inmersos en pleno siglo XXI como estamos hagamos que se cumpla, de una vez por todas, esta justa Declaración Universal (y, si le surgen dudas, piense si usted se encuentra dentro del 1% de potentados o del 99% restante que trabaja para ellos, o del 80%) y que los ricos paguen en forma de impuestos lo mucho que cobran de más a la sociedad… o daremos pábulo a que los más desfavorecidos se tomen por su mano aquello que se les niega: la Justicia.
Y en el mundo más de lo mismo: las 62 mayores fortunas del planeta tienen tanto dinero como la mitad más pobre de la humanidad, 3.600 millones de personas, que se dice pronto. Recuerdo que en 1998 las 225 personas más ricas acumulaban un patrimonio equivalente al que tenían los 2.500 millones de habitantes más pobres de la Tierra, es decir el 47% de la humanidad.
Son datos escandalosamente esclarecedores que, a quien tenga ojos y quiera ver, muestran nítidamente lo qué está sucediendo mientras nos olvidamos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclama el derecho a un nivel de vida adecuado para la salud y el bienestar de todos. Asimismo, y con el fin de que el hombre no se crea merecedor del derecho utópico de poder disfrutar ilimitadamente de estos privilegios, establece que éstos se verán limitados por el reconocimiento de los derechos y libertades de los demás, así como por los requisitos de moralidad, orden público y bienestar general.
Inmersos en pleno siglo XXI como estamos hagamos que se cumpla, de una vez por todas, esta justa Declaración Universal (y, si le surgen dudas, piense si usted se encuentra dentro del 1% de potentados o del 99% restante que trabaja para ellos, o del 80%) y que los ricos paguen en forma de impuestos lo mucho que cobran de más a la sociedad… o daremos pábulo a que los más desfavorecidos se tomen por su mano aquello que se les niega: la Justicia.
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En otro orden de cosas, el inclemente y frío invierno ya está aquí (palabras infladas, palabras pomposas, palabras grandilocuentes, palabras afectadas, palabras hipócritas, palabras engañosas, palabras falsas, palabras tramposas, palabras insensibles, palabras vacías, palabras huecas, palabras de tahúr señor Jean-Claude Juncker, presidente de la CE) mientras la ineptitud y dejación de funciones de la política europea hace que miles y miles de refugiados, niños, jóvenes, adultos y ancianos continúen su innecesario y trágico calvario por las tierras y costas de Europa que, en demasiadas ocasiones, concluye con el pago de sus vidas. Qué deshonra de esta vieja Europa.