En general, los petrodólares están manchados de sangre |
Para maquillar sus dictaduras, los países del Golfo Pérsico llevan años tirando de talonario: mundial de futbol, fórmula 1, MotoGp, compra de deportistas destacados… Los petrodólares les salen por las orejas y pagan lo que sea para mostrar al mundo una cara dulce y amable que limpie su tiránica imagen: el silencio impuesto a los discrepantes, la crueldad de sus cárceles y la paz a base de llenar cementerios. Ni derechos humanos, ni igualdad de género, ni libertades y persecución brutal al colectivo LGTBIQ+.
El último en sucumbir al vil metal saudí –manchado de sangre y dolor– ha sido el golfista Jon Rahm, que siempre sostuvo que «no jugaba por dinero y sí por amor a este deporte».
Quevedo, conocedor de las miserias humanas, fue muy claro: «Poderoso caballero es don Dinero».
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