La responsabilidad de las autoridades municipales es grande, su inacción imperdonable |
Por respirar, en el mundo mueren más de cinco millones de personas al año, 14.000 al día. El aire contaminado nos mata en lenta agonía.
Más del 90% de la población mundial vive, vivimos, en entornos muy contaminados. En España, 73 de las 80 ciudades más pobladas sobrepasan los límites establecidos por la OMS. Es decir, no inspiramos aire, sino muerte, en forma de partículas microscópicas, que nos absorben la vida al pasar de los pulmones al torrente sanguíneo destrozando los órganos. Corazón, cerebro –ictus y alzhéimer–, hígado, vejiga, intestinos; además, provocan arteriosclerosis, diabetes, demencia, osteoporosis, insomnio, afectan a la piel, la fertilidad y causan abortos espontáneos.
Es desalentador, desolador y profundamente dramático comprobar que las autoridades –su responsabilidad es grande, su inacción imperdonable– encargadas de velar por la salud pública en cada municipio, menosprecien las evidencias científicas y actúen con pasotismo imprudente, incluso con negacionismo por bandera. Me siento desamparado por su dejación.
Reivindico el derecho de todos, y el de los peques por encima de cualquier cosa –movilidad incluida–, no ya a respirar un aire poco contaminado, que no es el caso, sino a un aire totalmente limpio, impoluto.
Y mientras, la COP28 desbordada por los lobbies. Ya advertí del descrédito de esta cumbre. Hasta su presidente niega la evidencia científica de finiquitar los combustibles fósiles.
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