Con nuestras comodidades desmedidas hemos encendido la mecha para el fin de la vida en el planeta |
Como consecuencia de la criminal guerra de Putin, en vez de pertrecharnos contra la emergencia climática y corregir nuestros hábitos, nos rearmamos aumentando el gasto militar al tiempo que Alemania intensifica la quema de carbón, Hungría tala bosques, Francia construye más centrales nucleares, Rusia quema las ingentes cantidades de gas que no vende… y, así por todo el orbe; es decir: emitimos más CO2, impedimos que los árboles capten ese CO2, generamos radiactividad e incrementamos la temperatura de los ríos que sirven de refrigerante nuclear. No hemos entendido nada.
¿Es que las élites y sus palmeros no tienen hijos, sobrinos y nietos? ¿No se conmueven con el sufrimiento de la cándida infancia ante un futuro aciago en un planeta sobrecalentado con guerras, sequías, revueltas, hambrunas, esquilmado de recursos e incapaz de producir fecundas cosechas?
Postergamos lo vital, lo que nos podría salvar, y anteponemos lo urgente. Hemos perdido el norte. Pan para hoy, desolación para mañana.
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