"Poderoso caballero es don dinero" |
El poder económico, para no redistribuir con equidad la riqueza entre la sociedad que la produce y mantener las reformas laborales, la privatización de servicios públicos, los escasos impuestos a grandes fortunas y empresas, exige que el PSOE no pacte con Unidas Podemos y sí con Ciudadanos e incluso el PP.
Nuestra Constitución propone un modelo de sociedad y no de mercado. Obvian que el libre mercado no garantiza la competencia ni la riqueza de todos, sino el monopolio y el beneficio de unos pocos; por eso el neoliberalismo no es una escuela económica como pretenden, sino una ideología mística con unos intereses comunes para que la clase acomodada controle subrepticiamente el poder político. Y, para no tener que explicar sus fracasos cuando ponen a la sociedad al borde del precipicio –donde también logran su objetivo de hacer más ricos a los ricos a costa de la tragedia de muchos como en la reciente crisis–, hacen de su doctrina dogma de fe para otorgar a sus proposiciones un carácter religioso infalible e indiscutible.
Si son demócratas y ansían legislar, que concurran a las elecciones. Indigna que pretenda marcar la agenda quien no ha sido votado y ataque sin piedad a quien lo desenmascara. Ahora le toca el turno a Podemos y todos los resortes se disparan –estrategia del miedo, difamación, mentira, presión a socios…– con una consigna clara: que no gobierne.
Lo dijo Rato: «Es el mercado, amigo». Pero esto ni es honesto, ni sensato. Las urnas se han pronunciado. Si aceptamos esta imposición no sé para qué convocar elecciones. Simplemente, que los mercados dicten sus normas sin tapujos.
Nuestra Constitución propone un modelo de sociedad y no de mercado. Obvian que el libre mercado no garantiza la competencia ni la riqueza de todos, sino el monopolio y el beneficio de unos pocos; por eso el neoliberalismo no es una escuela económica como pretenden, sino una ideología mística con unos intereses comunes para que la clase acomodada controle subrepticiamente el poder político. Y, para no tener que explicar sus fracasos cuando ponen a la sociedad al borde del precipicio –donde también logran su objetivo de hacer más ricos a los ricos a costa de la tragedia de muchos como en la reciente crisis–, hacen de su doctrina dogma de fe para otorgar a sus proposiciones un carácter religioso infalible e indiscutible.
Si son demócratas y ansían legislar, que concurran a las elecciones. Indigna que pretenda marcar la agenda quien no ha sido votado y ataque sin piedad a quien lo desenmascara. Ahora le toca el turno a Podemos y todos los resortes se disparan –estrategia del miedo, difamación, mentira, presión a socios…– con una consigna clara: que no gobierne.
Lo dijo Rato: «Es el mercado, amigo». Pero esto ni es honesto, ni sensato. Las urnas se han pronunciado. Si aceptamos esta imposición no sé para qué convocar elecciones. Simplemente, que los mercados dicten sus normas sin tapujos.
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