Defender la Constitución

Nuestra Constitución continuamente conculcada

A pesar de que la Constitución erige a España en un “Estado social y democrático de Derecho”, proponiendo un modelo de sociedad donde la solidaridad sea pilar fundamental, es muy cuestionada. El motivo, grosso modo, su violación sistemática: cuando reformaron el derecho laboral liquidando su naturaleza tuitiva, vendieron prósperas empresas públicas de servicios esenciales, privatizaron parte de la sanidad, recortaron educación, modificaron su artículo 135 cediendo soberanía y postergando la solidaridad, rescataron y rescatan empresas privadas en quiebra o se pretende pactar complementos salariales a cargo del Estado, están desviando sutilmente el dinero público, que debería utilizarse en políticas sociales, a bolsillos privados, suplantando nuestros principios constitucionales esenciales por otros conducentes a un estado neoliberal; todo ello al más puro estilo de la Escuela Económica de Chicago.
Además, varios catedráticos de Derecho Constitucional y ex miembros del Tribunal Constitucional ven factible un referéndum en Cataluña dentro de la Constitución.
Recién cumplidos sus 38 años, aunque soy partidario de su reforma, tal vez no sea esencial y sería suficiente con cumplirla para no desampararla.

Cláusula suelo

La Banca nunca pierde

En este fraude existen dos antagonistas y un actor social. El primer antagonista es el grande, el poderoso, el defraudador: la Banca. El otro, el pequeño, el débil, el defraudado: las familias. Y, por último, el actor: el Gobierno.
Teniendo en cuenta que a la Banca no le va a suponer ningún coste o desembolso adicional, cumplir la sentencia ─solo debe restituir lo esquilmado─, no se entiende por qué el Gobierno, al que se le supone el deber de proteger a los ciudadanos de los abusos de los poderosos, se pone de perfil y, en este fraude que cuenta desde el martes con una sentencia clara y precisa, los desampare y se lave las manos como Pilato. Aunque lo más preocupante es lo que se percibe: se lava las manos porque no tiene agallas de ponerse, como le dicta su particular ideología, del lado del poderoso.
Al Gobierno solo se le exigía que velara por una devolución rápida e íntegra del dinero sin que produjera ningún desgate adicional a los perjudicados. Nada más, sólo eso.

Con Trump, Wall Street es una fiesta

Donal Trump, un peligro para el planeta y todos sus habitantes

La orientación ideológica que está adquiriendo el futuro gobierno del presidente norteamericano electo es inquietante. No hace un solo guiño a la mitad del país que no le votó. Sus elegidos parecen más determinados a negociar a favor de los intereses de las grandes corporaciones que dirigen que a velar por los derechos de los ciudadanos, a desencadenar conflictos que no a contenerlos y a obstaculizar políticas medioambientales en lugar de favorecerlas: desde empresarios multimillonarios, hasta simpatizantes del Ku Klux Klan, pasando por negacionistas del cambio climático, islamófobos, belicistas o ultraderechistas… es para echarse a temblar.
Por si alguien tiene dudas, desde que el multimillonario Donald Trump ganó las elecciones, Wall Street es una fiesta donde las cotizaciones de las grandes industrias no han parado de subir y, entre las que más incrementan su valor, sobresalen las pertenecientes al poderoso complejo militar-industrial.
El próximo 20 de enero comienza el desenlace. Avisados estamos.

La CEOE llora para seguir mamando

La CEOE, insaciable, siempre quiere más

Argumenta la CEOE que la última “subida de impuestos a las empresas aumenta la presión fiscal que ya es superior a la de muchos países de la UE” y solicita al Gobierno que “en vez reduzca el gasto no productivo de la Administración”. Los patronos saben, son datos del Eurostat, que la presión fiscal en España es del 34,4 % del PIB, muy lejos de la media de la eurozona que es del 41,5 %, en Francia el 47,9 %, y conocen que el tipo efectivo que pagaron las grandes empresas en 2014 por el impuesto de sociedades fue solo del 7,3% frente al nominal del 30%. Tampoco ignoran que la Administración en nuestro país no está sobredimensionada porque el número de funcionarios por cada 100 habitantes está en la media europea, siendo inferior a países tan avanzados como Francia, Finlandia, Holanda o Suecia, y similar al de Alemania, a menudo usada como paradigma. En resumen, la CEOE, que no es ingenua, conoce bien el dicho castizo de quien no llora no mama, y por eso protesta mientras enreda.
De todos modos, que no se agobien. Rajoy ha anunciado estar preparando las próximas elecciones así que, dentro de poco, toca bajada de impuestos.

Aparcar en la Gran Vía

La Gran Vía madrileña un día cualquiera

La Gran Vía madrileña es una de las principales arterias de la ciudad. El volumen de tráfico es tal que muchas veces se colapsa y aparcar en ella está prohibido. Si cualquiera de nosotros parásemos nuestro vehículo aunque fuera un minuto, cometería una infracción grave y sería sancionado con 200 euros.
Este pasado lunes, la vicepresidenta del Gobierno decidió ir de compras y aparcar su coche oficial y el de sus escoltas en el carril bus de esta famosa avenida durante 12 minutos, con la “suerte” de no ser multada. Una vez conocido el asunto, además de no dar explicaciones coherentes, el debate se ha centrado en si es correcto o no aparcar en zona prohibida, cuando la cuestión debería haber sido si es ético o no ir de compras haciendo uso del coche oficial. Una vez más, los que se erigen en grandes adalides de la gestión de recursos públicos, argumento que se desmonta con cada nuevo caso de corrupción, demuestran no saber diferenciar entre lo público y lo privado.

Día de los Derechos Humanos

La Declaración de los Derechos Humanos deben escribirse en nuestro ADN, si no se quedará en nada

Corría 1948 y para tratar de sentar las bases de un nuevo orden internacional que diera respuesta a los trágicos horrores padecidos en la reciente Segunda Guerra Mundial, la Asamblea de las Naciones Unidas reunida en París, aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, derechos inherentes e inalienables a todos sin distinción.
Recuerdo, veintitantos años más tarde, siendo un quinceañero en una lóbrega España en blanco y negro, en los estertores de la dictadura franquista, la emoción que me embargó al caer en mis manos ese maravilloso y agitador canto a la libertad y la convivencia. Creí, con la inocencia de la edad, en la eclosión de una nueva Humanidad.
Hoy, 68 años después de aquel 10 de diciembre de 1948, poco o nada hemos avanzado y su vigencia se hace más necesaria que nunca. Invito a quienes no la hayan leído, se sumerjan en sus 30 artículos, media docena de páginas, y experimenten desde sus primeras y evocadoras líneas su embriagadora agitación: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo…”
Actualmente, para edificar un mundo donde anide la auténtica justicia, debería ser estudio obligado en todas las escuelas del mundo y libro de referencia de todos los dirigentes del planeta.

Ejecutivo y Legislativo

Como en la fábula de Esospo, el PP no puede combatir su naturaleza

El PP, usando cuantas argucias legales conoce y urdiendo nuevas, burla la democracia y desplanta a la mayoría mientras paraliza, una y otra vez, las resoluciones que la oposición saca adelante en el Parlamento.
En la sesión de control al Gobierno, Pablo Iglesias preguntó a Rajoy qué pensaba hacer el Ejecutivo para cumplir las decisiones del Legislativo. Su desconcertante respuesta fue que el Gobierno sólo aplicará aquellas que sean obligatorias. Faltaría más. Pero, ¿dónde está la petulante voluntad de diálogo? Ya no cuenta con su asfixiante mayoría absoluta. En democracia el Poder Legislativo, las Cortes Generales, elabora y sanciona leyes que deben cumplir instituciones y ciudadanos. El Poder Ejecutivo, el Gobierno, sometiéndose al Legislativo, debe implementar y cumplir las leyes aprobadas por las Cortes. Si no lo hace está ignorando sus atribuciones situándose en una esfera conflictiva inherente de conciencias antidemocráticas, incurriendo, al tiempo, en una grave falta de respeto a la ciudadanía representada en un Parlamento plural.
De nuevo el PP es el PP, y demuestra, como el escorpión de la fábula, que le es imposible luchar contra su propia naturaleza.